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LA OBEDIE..NCIA FRA"IOSCANA... 93 8. SUPERIORF.S Y SÚBDITOS: DOS FORMAS DE OBEDECER A Dios La Fraternidad, corno ámbito de obediencia, es la que nos abre a la voluntad de Dios, al mismo tiempo que se hace sacramento de la forma de vida o Regla. El Evangelio vivido en Fraternidad es el punto de referencia para todos los hermanos, ya que esto es lo que profesan al entrar en ella y, por tanto, lo que da sentido a sus vidas. Por eso es necesario asegurarlo por encima de los vaivenes de la propia voluntad, eligiendo a uno de los hermanos para que haga viva y coordine esta obediencia de todos y cada uno a Dios. a) Los ministros y siervos La figura del ministro está puesta en medio de la Fraternidad no tanto como un líder que modela y arrastra a los demás a través de sus propias ideas, sino corno el servidor que recuerda lo prometido al Señor, ayuda a realizarlo y conforta en la debilidad; éste es el único poder evangélico que tiene la autoridad de los ministros y guardianes: hacer eficaz la obediencia de todos los hermanos al Evangelio. Sin embargo, la inclusión de los ministros dentro del cuadro jurídico de la Iglesia les confería una potestad y dominio que superaba las previsiones de Francisco (1 R 5, 9), pero que él mismo también utilizó. La advertencia de que los ministros son servidores «y que les ha sido confiado el cuidado de las almas de los hermanos, de las cuales tendrán que rendir cuentas en el día del juicio ante el Señor Jesucristo si alguno se pierde por su culpa y mal ejemplo» (1 R 4, 6), pone de manifiesto que el poder que tienen es evangélico, es decir, poder de servido. Este fragmento que, leído actualmente, no ofrece mayores dificultades, ha sido en el pasado motivo de serias preocupaciones para algunos superiores, por la sencilla razón de sentirse «la conciencia» de todos los frailes; y no es eso. Las responsabilidades no se delegan. Por tanto no se puede pedir al superior que cargue con las responsabilidades de los súbditos, pero sí con la suya en el caso de que no haya ejercido el cargo con serk.>dad. A pesar de que el ministro es el responsable de la marcha de la Fraternidad, esta responsabilidad debe quedar dentro de sus justos límites, ya que un celo excesivo puede ser tan pernicioso como la despreocupación irresponsable. En pocas palabras: la preocupación espiritual del superior no es un absoluto, sino que está limitada a su propia función, el realizarse dentro de la Fraternidad, ayudando a los demás hermanos a que sean coherentes con el Proyecto evangélico que han prometido. Recordarles y hacerles realizable esta opción, no tanto como una pesada obligación impuesta desde fuera, sino como una decisión que los hermanos han tomado porque han visto en ella la posibilidad de realizarse como personas que creen en Jesús. El oficio del ministro, por tanto, más que mandando se ejerce evidenciando la liberación que supone seguir a Jesús desde una visión franciscana

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