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LA OBEDIEl\'CIA FRANOSCANA..• 91 cir en la Regla: «Por lo demás-dice Francisco---, de todos aquellos capítulos de la Regla que hablan de pecados mortales, con la ayuda de Dios y el consejo de los hermanos, haremos uno solo de este género en el capítulo de Pentecostés: Si alguno de los hermanos, por instigación del enemigo, peca mortalmente, esté obligado, por obediencia, a recurrir a su 8llardián... Este escrito, para que mejor se guarde, tenlo contigo hasta Pentecostés; allí estarás con tus hermanos. Yestas cosas, y todas las otras que se echan de menos en la Regla, las procuraréis completar con la ayuda del Señor Dios» (CtaM 13-14. 21-22). En tercer lugar, el capítulo es el momento apropiado para revisar la vida de los hermanos a la luz de la Regla. Cuando han habido dificultades o flaquezas en su cumplimiento, hay que darlo a conocer para que, entre todos, se pueda dar una solución caritativa (1 R 5, 4-6). Los biógrafos aportan más detalles a este respecto. Los Tres Compañeros describen de forma hagiográfica los primeros capítulos. «En Pentecostés-dicen– se reunían todos los hermanos en Santa María y trataban de cómo observar con mayor perfección la Regla... Exhortaba (Francisco) con solicitud a los hermanos a que guardaran fielmente el santo Evangelio y la Regla que habían prometido» (TC . 57). Esta exhortación a guardar la Regla se va después desgranando en múltiples admoniciones, hasta dibujar un cuadro completo de lo que era para él la vida evangélica. Resumiendo sobre los capítulos, podríamos decir que en ellos la Fraternidad toma conciencia de su vocación a seguir el Evangelio, legislando, revisando y poniendo todos los medios para que los hermanos permanezcan abiertos a la voluntad de Dios. La Fraternidad, corno lugar de obediencia, estimula a los herma– nos para que, obedeciéndose caritativamente entre sí, puedan seguir el camino de obediencia al Padre a través de Jesús. 7. LA AlrI'0RIDAD COMO FORMA DE SERVIO0 El Evangelio rompe el esquema social de que la autoridad necesita de poder para ser ejercida con eficacia. La autoridad que propone Jesús es para una comuni– dad de fe, donde no sirven de nada las imposiciones por la fuerza, pues se parte del principio de que sólo se puede creer desde la libertad, desde una aceptación voluntaria de los valores propuestos. Por consiguiente, la eficacia de la autoridad evangélica no habrá que buscarla en la capacidad de dominio, de imposición de los propios criterios, sino en la aptitud para servir y ponerse a disposición de los demás en el camino del Evange– lio, que la propia Fraternidad ha elegido como forma sensata de seguir a Jesús. Francisco, al programar su vida y la de los suyos según el Evangelio, siguió

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