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90 í. MICÓ «fuera de la Iglesia no hay salvación» se traspone al grupo de los hermanos, ofreciéndonos la imagen, al parecer extraña, de que «fuera de la Fraternidad no hay salvación». En realidad no se trata de eso, sino de recordar que si hemos optado libremen– te, después de un serio discernimiento vocacional, por entrar en la Fraternidad, a la que consideramos como el lugar donde mejor podemos responder al Señor vivien– do el Evangelio, sería una incoherencia vivir al margen de ella, siguiendo nuestros propios antojos. En este sentido parece evidente que el formar parte de la Fraterni– dad conlleva el compromiso de obedecer en ella la voluntad de Dios. 6. LA OBEDif<NGA CARITA11VA Esta obediencia en el ámbito de la Fraternidad no es nada etérea. Todos los hermano, por cuanto han optado por recibir la ayuda de los demás a la hora de decidir sobre la voluntad de Dios, han de obedecerse unos a otros de buengrado. El sentido primero de la obediencia en la Fraternidad es éste; pues si el Señor los ha llamado a participar en el seguimiento fraterno del Evangelio es para que, desde el amor que da el Espíritu, se abran unos a otros para discernir el mejor modo de realizar el Proyecto de vida. «Y ésta -añade Francisco- es la verdadera y santa obediencia de nuestro Señor Jesucristo» (1 R 5, 15). Los capítulos, realizados a distintos niveles, son el momento privilegiado en que la Fraternidad dialoga y discierne sobre el mejor modo de realizar el Proyecto de vida o Regla; es dL>cir, de responder por medio del Evangelio a la voluntad de Dios. Aunque Francisco hable poco de ellos, en sus Escritos aparecen suficientes elementos para dibujar su contenido. En primer lugar, el capítulo es la reunión de todos los hermanos para legislar sobre la Regla y, cuando ésta ha sido aprobada, dar normas sobre su cumplimiento. La finalidad principal de los capítulos es tener presente la vida evangélica prometi– da al Señor; de ahí que no sea una casualidad que en todos ellos se leyera la Regla para hacer balance sobre su cumplimiento (Test 37). Esta revisión tenía sentido por cuanto hasta 1221 acudían al capítulo general todos los hermanos; después se reservó a los superiores provinciales, pero éstos podían hacer capítulo con todos los hermanos en sus respectivas Provincias (1 R 18, 1; 2 R 8, 5). En segundo lugar, la presencia de los hermanos en el capítulo era activa. Todos podían aportar sus opiniones para mejor servir al Evangelio desde la Regla. De esto hay constancia en la Carta que Francisco escribe aun ministro en vísperas del capí– tulo de Pentecostés y en la que, además de contestar a los problemas que dicho ministro le había planteado, le comunica una de las enmiendas que piensa introdu-

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