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LAOBEDIENCIA FRANGSCANA••• 4. SIEMPRE SUMISa, Y SUJEfOS A LA IGLESIA En Jesús, sacramento del Padre, se manifiesta de fonna tangible la voz por la que Dios manifiesta su voluntad. Y en la Iglesia, cuerpo habitado por la Trinidad, resuena de un modo fiable esa voz de Dios a través de la Palabra y de los sacramentos que en ella se realizan. Por eso es en el seno de la Iglesia donde encontramos el ámbito adecuado para descubrir la voluntad de Dios, y los medios necesarios para hacerla efectiva. La obediencia a la Iglesia fonna parte del misterio de las mediaciones. Jesús, al encamarse, tuvo que asumir este camino para seguir cumpliendo la voluntad de su Padre. Francisco y sus hermanos acudieron a la Iglesia como medianera de su encuentro con la voluntad divina. Las mediaciones, como todo lo humano, son necesariamente ambiguas; sugieren más que aseguran, dejándonos en la incerti– dumbre de tener que decidir por nosotros mismos. Francisco experimentó estos inconvenientes. Pero ¿dónde encontrar una co– munidad humana en la que estuviera presente el Hijo encarnado y ahora glorifica– do, Jesús, acogiendo en su obediencia al Padretodas las obediencias de loshombres? El itinerario espiritual de Francisco revela que su decisión de recorrerlo de la mano de la Iglesia le ayudó en la búsqueda de la voluntad de Dios, expresada en el Evangelio. En ningún otro lugar podía vivirlo como allí. Por eso insistió tanto a los hermanos paraque, «siempre sumisos y sujetos a los pies de la misma santa Iglesia, firmes en la fe católica», guardaran «la pobreza y humildad y el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo» que firmemente habían prometido (2 R 12, 4). La obediencia de Francisco a la Iglesia se expresó de modos y maneras muy diversos. Desde la paciente obstinación de que su Proyecto de vida o Regla fuera aprobado por la máxima autoridad eclesial, el papa, hasta su deseo de vivirlo dentro de la ortodoxia eclesiástica. Obedecer al papa, al cardenal protector, a los obispos, a los sacerdotes y a todos los fieles fue para él la forma más natural de expresar su obediencia a la Iglesia. La obediencia a la jerarquía forma parte de su decisión de vivir el Evangelio dentro de la ortodoxia eclesial. El gesto de acatamiento al papa con el que encabeza las dos Reglas no responde sólo a un trámite burocrático para su aprobación. Su cercanía con Roma y la práctica itinerante de la curia papal convertían la obedien– cia de Franciscoal papa en una actitud casi espontánea. Sin embargo esto no quiere decir que estuviera carente de dificultades a la hora de ponerla en práctica. Para Francisco, la obediencia al papa va mucho más allá de una sumisión personal. Es, más bien, unaconcreciónde la fe eclesial por lo que él, como cabeza de la Fraternidad, se abre confiadamente y se deja acoger en el seno de la Iglesia. No obstante, tanto la Fraternidad como la Iglesia no son realidades abstractas sino que adquieren un nombre propio en sus representantes: «El hermano Francisco y todo

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