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86 J.MICÓ En el Evangelio veía Francisco el camino de obediencia que Jesús había recorri– do para ser fiel a la voluntad del Padre. Por ello, el Evangelio se convertirá en el itinerario imprescindible para poder realizar en plenitud la obediencia al Padre a través de Jesús (2 R 1, 1; CtaO 6-7; 2CtaF 39). Para Francisco estaba claro que, una vez abandonado el mundo, la única tarea lógica y digna era tratar de «seguir la voluntad del Señor y agradarle» (1 R 22, 9). Una voluntad que se le manifestaba a través del Evangelio y que hay que acoger para hacerla vida y convertirla en alabanza. El Evangelio, pues, es para Francisco el lugar donde se le revela la voluntad del Padre encarnada en Jesús. Por lo tanto no necesita más puntos de referencia para organizar su vida de una forma coherente con su fe. El Evangelio puro y duro, visto desde la perspectiva espiritual del tiempo, será su norma y su proyecto; puesto que, mirándolo bien, el Proyecto de vida o Regla que Francisco escribió para él y sus hermanos no es otra cosa que la historización del mismo Evangelio. La obediencia a la voluntad de Dios no está oscurecida ni velada por otra obediencias dispares, puesto que para Francisco obedecer a Dios, obedecer a Jesús y su Evangelío, y obedecer a la Regla se identifican (1 R 5, 17). Por eso resulta comprensible el empeño de Francisco en que la Fraternidad entera permanezca siempre vigilante en el cumplimiento de lo prometido al Señor, que se concreta en la vida del Evangelio (1 R Pról 2). Lo único que justifica la vida del creyente, del hermano, es ir viviéndola según el proyecto que Dios tiene sobre él; de ahí la importancia de permanecer a la escucha y en continua disponibilida~ para perci– birlo y hacerlo factible. La Regla, por tanto, no es más que el marco que facilita el seguimiento del Evangelio, donde resuena la voz y se manifiesta el ejemplo de Jesús. Pretender hacer de ella un objeto de culto que distraiga y sustraiga la verdadera fuente capaz de atraer nuestra obediencia -el Evangeli(}-, es falsear el pensamiento de Fran– cisco. La Regla es la cristalización del Evangelio a la que nos abrimos obediencial– mente para llevar a cabo la voluntad de Dios. El Espíritu de Jesús nos conduce y mantiene en el empeño de profesarla con el corazón y los labios, sabedores de que con ello contribuimos a la realización del Reino, a que se cumpla la voluntad de Dios. Pero la Regla, aunque exprese de forma historizada el contenido del Evangelio, no puede pretender fijar del todo y para siempre la voluntad divina sobre nosotros. La obediencia al Reino exige una apertura incondicional, que no puede ser sustitui– da por la seguridad de la ley. En este sentido la Regla no es más que un conjunto de jalones que nos indican las pistas del camino por donde podemos llegar al encuen– tro de la voluntad del Señor.

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