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84 J. MICÓ U. LA OBEDIENCIA DE FRANCISCO La forma de vida franciscana puede considerarse dentro del ancho grupo de movimientos pauperísticos. Pero así como en la pobreza Francisco asimiló sus modos de comportamiento, en la obt.>diencia no puede estar más lejos de ellos. Considerados como rebeldes por la jerarquía, su tipo de obediencia fanática a la Palabra, en contraposición a la jerarquía eclesiástica, no podía ser admitida por Francisco. El esquema de obediencia adoptado por Francisco es el de los cistemienses; más en concreto, el de san Bernardo. El motivo podría encontrarse en que era el modelo de vida religiosa que se había generalizado por toda la cristiandad, sirvien– do de falsilla para la reforma que se estaba llevando en la curia romana. Por lo tanto no es extraño que el cardenal Hugolino, gran conocedor y admirador de los cistemienses, influyera en Francisco respecto al tipo de organización y, en conse– cuencia, de obediencia que debía configurar la Fraternidad. 1. LA TRINIDAD, MlSTERIO DE OBEDIENCIA Si las influencias ambientales pudieron incidir a la hora de formular la obe– diencia, de lo que no hay duda es de que en el fondo está el modelo de Jesús obediente al Padre. Toda la tradición espiritual había recurrido al ejemplo obedien– te de Cristo para apoyar la obediencia religiosa. Por tanto Francisco, a la hora de buscar motivaciones, no podía olvidar esta referencia obligada. Francisco obedece, porque Jesús obedt.,'Ció. Sin embargo, esta voluntad de encontrar en Jesús el modelo de obediencia va mucho más allá de su actuación terrena, de su situación histórica, puesto que si Jesús permanece en continua apertura al Padre, no es solamente por su calidad de hombre, sino por ser el Hijo encarnado; pues en la intimidad trinitaria el ser del Hijo consiste precisamente en recibir su ser del Padre y permanecer eternamente abierto y disponible a su voluntad amorosa, una voluntad que se hace historia al crear al hombre en su mundo y acompañarlo salvíficamente por los tortuosos caminos de la vida. La obediencia de Jesús, en cuanto Hijo, es por tanto una cualidad trinitaria que hace posible no sólo el hecho de nuestra creación sino, sobre todo, el de nuestra salvación, el de nuestra realización. En el misterioso coloquio trinitario donde se decide el acercamiento en carne de Dios hasta nosotros, la encamación, el Hijo acepta la voluntad salvadora del Padre. Por eso Jesús, al traspasar el umbral de este mundo, pronuncia confiado lo que será el resumen de su vida: "Entonces yo dije lo que está escrito en el libro:"Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad"» (Heb 10, 7).

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