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127 Voluntarismo en la escuela de Salamanca Espíritu LXXI (2022) ∙ n.º 163 ∙ 119-143 pa Pierre d’Ailly, con quien Francisco de Vitoria llegará a tener una gran amistad. Éste, que seguía un nominalismo bastante riguroso, introducirá a Gerson en la doctrina ockhamista. Para Gerson era importante precisar los límites de la obligación moral, pero su voz quedará como algo aislado y sin trascendencia. Él constataba la desproporción entre la pena y la culpa, entre el pecado y una pena eterna. En ese momento, en París estaban enseñando, además del dominico Crockaert, JohnMair, en el Colegio de Monteagudo, y su discípulo Jacques Almain, ambos escotistas. El escocés se había caracterizado por su libertad e independencia de pensamiento, lo que le había llevado a estar atento a las diferentes escuelas activas en París, pero siempre con una amplitud mayor, de donde tomarían también ejemplo autores castellanos como es el caso de Celaya, Francisco de Vitoria o el mismo Domingo de Soto, hasta que haga una opción clara por el nuevo tomismo. El escocés, refiriéndose a la problemática de la libertad humana, man- tiene un pensamiento bastante lineal, acercándose a las tesis nominalistas. Para él es la razón humana la que prueba la existencia de la libertad del individuo, que la fe confirma por medio de la experiencia, y que la volun- tad estaría en las condiciones adecuadas para decidir por sí sola; aquello que quiero o no hacer, sin que pueda interferir nada externo. La verdad es que Mair alarga significativamente las consecuencias de dicha opción, pues considera que ni siquiera Dios, por medio de su ayuda general, ni la inteligencia, ni las pasiones pueden intervenir directamente. Precisamente por mantenerse en una propuesta tan radical, no encontraría una solución racional completa para el problema de si las pasiones influyen o no en la libertad. La cuestión de las relaciones entre la libertad humana y la gracia divina es aún más compleja. Mair escogerá como eje de su doctrina la noción de ayuda, necesaria para que el hombre pueda actuar moralmente bien. Esta colaboración especial es distribuida profusamente por Dios, que da a todos la gracia suficiente para salvarse. Si el hombre corresponde a la ayuda divi- na usando de su libertad y de sus dones especiales, Dios le ofrecerá gracias posteriores, y el hombre estará en su opción de rechazarlas. Dios, en su mi- sericordia, puede ofrecer siempre su gracia a quien es indigno. Para Mair, si Dios predestina gratuitamente, no podría condenar al hombre en razón de las disposiciones malas tomadas por éste.
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