BCCCAP00000000000000000001496

266 J. MIOÓ tica lúcida en todas direcciones. Pero debemos ser realistas y apoyar su proceso de conversión con nuestra propia conversión, de modo que cada vez sea más consecuente con el misterio que encama. El sentirnos parte de ella nos puede ayudar a trabajar con humildad. aunque sLJ'J. falsos respetos ni miedos por clarificar actitudes y situacio– nes que ayuden a hacer más transparente el Evangelio del que es porta– dora y antlficiadora, de modo que a los creyentes nos anime a seguirlo mejor y, a los que no lo son, les ofrezca el testimonio de una Iglesia cofü,ecu~nte con lo que anuncia. 2. LLAMADOS A SEGUIR A CRISTO La vocación de hermanos menores nos coloca de lleno en el segui– núento de Jesús dentro de la Iglesia. Más allá de todas las mediaciones que hicieron posible nuestra vocación franciscana, está la llamada del Señor a configurar nuestra existencia según ·el modelo de hombre reali– zado por Jesús como primicia de los que aceptan vivir según la dinám'i:ca del Reino. Nuestra primera profesión fue una respuesta ilusionada a esta lla– mada, confiados no tanto en la seguridad de nuestra propia fidelidad cuanto en la fidelidad del que nos llamó, el cual es poderoso para hacer– nos caminar por el camino de la conversión; una conversión que supone la asimilación progresiva de los sentinúentos de Cristo. Esta primera profesión, más que un acto aislado, fue el comienzo de una forma nueva de vida caracterizada por el deseo evangélico de formar una Fraternidad orante, pobre y casta, obediente y menoY, que comparte el gozo de la propia fe con los demás creyentes que forman la Iglesia, y lo anuncia a los que no lo conocen pero buscan un modo nuevo de ser y sentirse hombres. Mantener viva la ilusión primera, aunque enriquecida por la aporta– ción de la experiencia, además de ser una expresión de la fidelidad a la opción tomada, compromete nuestra honestidad a la hora de presentar el proyecto franciscano a los posibles candidatos. Pues más que de pre– sentar proyectos escritos, de lo que se trata es de ofrecer proyectos encarnados en la vida. El primer paso, por tanto, de una buena pastoral vocacional es que la Fraternidad crea existencialmente que su proyecto tiene futuro y no dé la resignada impresión de «liquidación -por derribo». Una exigenc.:ia de la fidelidad es la formación, ya que supone saberse necesitado de conversión y, por tanto, de cambio. Dada su importancia, no puede dejarse ni a la improvisación ni a la buena voluntad. Requiere tener claro para qué y cómo se forma, lo cual presupone un modelo claro

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz