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272 J. MICÓ otro grupo al que le basta con la simple práctica religiosa, difícilmente se podrá hacer una labor ministerial que ayude a la toma de conciencia de la grandeza, pero también de las exigencias, del compromiso cristiano. La otra faceta de nuestro apostolado es el clericalismo. Sin pretender minusvalorarlo, es un hecho que nuestra prinCipal actividad se concreta en el ministeric pastoral; y eso debido, quiérase o no, a nuestra concep– ción clerical de la Orden. En el fondo de todo esto subyace una determinada eclesiología vertíca– lista que convendría revisar; de lo contrario, resulta un tanto hipócrita nuestra insistencia en identificarnos como Fraternidad no-clerical, mien– tras que todas nuestras estructuras, también la apostólica, están pen– saidas de&de el clericalismo. Otra concepción de Iglesia más horizontal, como Pueblo de Dios, nos daría otra forma de ver y organizar el apostolado, que en la actualidad queda bastante -confuso al no estar definidas las fronteras de la creencia y la increencia, ofreciéndonos Ja posibilidad de trabajar en ministerios que no requieren, necesariamente, la condición de clérigos para reali– zarlos. y que pueden ser evangelizadores para esa gran masa que está dejando o ha dejado ya de ser creyente. A la hora de concretar esos ministerios no-clericales deberemos tener en cuenta nuestra condición de religiosos francicanos. Así como no todos los ministerios clericales son aptos para nuestros clérigos, del mismo modo tampoco los hermanos laicos pueden tomar indiscriminadamente cualquier opción o tarea. Existen opciones concretas de índole secular a las que nosotros, por nuestra condición de religiosos franciscanos, no pocl.emos comprometernos de forma absoluta por ser, más bien, tarea de los laicos-seglares. Pero esto tampoco se puede tomar como motivo para descornprometer nuestra opción radical por el Evangelio, limitándola a esa zona ambigua de nuestro~ intereses particulares. Toda nuestra tarea ministerial, sea clerical o no, deberá estar marcada por nuestra identidad de religiosos franciscanos. 10. ABrnRTQS A u VOLUNTAD DE Drns El habernos decidido a seguir a Jesús desde el Evangelio nos sitúa en la condición de buscadores de la voluntad de Dios para realizarla en nues– tra vida. Esta actitud se espesa y organiza en lo que nosotros llamamos obediencia; una obediencia que debe estar acompañada por el discerni– miento y cuyo sujeto es la Fraternidad. Las funciones de autoridad y servicio están puestas para asegurar esta

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