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«ADORAR AL SEÑOR DIOS» 201 pudiera cumplirla. De hecho, según cuenta Giano, en d Capítulo general de 1230 fueron distribuidos a las diversas Provincias los breviarios y antifonarios de la Orden (Crónica 57), con el fm de que sirvieran de mo– delo para copiar todos los demás. - Digan el Oficio con devoción Aunque sorprenda que Francisco no diga nada respecto a la actitud espiritual que deben adoptar los hermanos en la recitación del Oficio, tal omisión se ·explica si tenemos en cuenta que en la normalización de la Liturgia de las Horas se percibe más la mano del entendido canonista que la de Francisco. Sin embargo, los biógrafos nos han dejado una imagen de Francisco en la que aparece la seriedad con que se tomaba la recitación del Oficio y el empeño que ponía en hacerlo con dignidad (TC 52; 2 Cel 96). A pesar de que la Fraternidad adoptó el Oficio como expresióii pública y oficial de su oración, no obstante trató de mante– nerlo dentro de los límites de la sobriedad y la devoción, como nos recuerda la Carta a toda la Orden. En esta Carta aparecen las motivaciones para celebrar el Oficio como una alabanza a Dios. En ella se pide a los clérigos que «digan el Oficio con devoción en la presencia de Dios, no poni·endo su atención en la me– lodia de la ·.;oz, sino en la consonancia del alma, de manera que la voz sintonice con el alma, y el alma sintonice con Dios, para que puedan hacer p,1 opicio a Dios por la pureza del corazón y no busquen halagar los oídos del pueblo por la sensualidad de la voz» (CtaO 41s). El contexto de este fragmento se encuentra en la Regla de san Be– nito. En el capítulo XX, que lleva por título «De la reverencia en la ora– ción», afírrna que si a los poderosos 1'cs pedimos con humildad, ¡cuánto más al Señor Dios deberemos hacerlo con toda humildad y pura devo– ción! Esa misma actitud recomienda Francisco al recitar el Oficio: ha– cerlo con (/devoción en la presencia de Dios». Aquí el término «devoción» es algo más que un simple sentimiento psicológico o un fervor religioso. Se trata de una disposición radical del hombre que lo hace abandonarse totalmente. a Dios, entregarse como don y adherirse plenamente y sin condiciones a lo que se experimenta como Absoluto y Suficiente. El ".'"ecitar el Oficio con devoción en la presencia de Dios debe ser nn deseo empeñativo para el hermano menor. Por eso hay que •procurar evitar todo aquello que lo enturbia, como podría ser la preocupación por la melodía de la voz, buscando sobre todo la consonancia del alma, de manera que la voz smtonice con el alma y ésta con Dios. Estas adverten– cias no estaban fuera de lugar, pues muy pronto empezaron los frailes a cantar el Oficio con música propia y a competir con otros grupos reli-

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