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200 J. MICÓ Si era verdad que no tenían libros, esto no era tanto porque no pudie– ran, sino porque no entraba en su forma de vida, de carácter más bien iaic:ü, el organizarse como una Orden. De ahí que su oración litúrgica u oficial ftreran los «Padrenuestros» y la antífona «Te adoramos, Cristo... » que les había enseñado Francisco (TC 37). Esta práctica evidencia que la primit1va Fraternidad no se planteó la recitación del Oficio, sino que asistían, cuando les era posible, al que se celebraba en la iglesia más próxima (TC 38). - Cum,plir con el Oficio Con el ingreso, hacia 1215, de sacerdotes y gente con estudios cambió la situación de la Fraternidad, imponiéndose la organización del Oficio divino. Las R:cglas, sobre todo la bulada, insisten de forma taxativa en la obli– gatoriedad de este tipo de oración; lo que, unido al desarrollo minis– terial del apostolado y la necesidad del estud10 de la teología, determinó la forma de oración conventual que primaba lo litúrgico sobre lo medi– tativo al estilo eremítico. Sin embargo, estas diferencias nunca fueron estancas, sino que se mezclaron armónicamente hasta constituir el ejem– plo vivo y original de un hombre tocado por Dios, cuya única respuesta exister1cial es hacer todo lo posible por mantenerse de una forma abierta ante su presencia. La organización de la propia liturgia centró la oración de Francisco hasta convertirla en plegaria oficial y, al mismo tiempo, en allmento para su oración privada, como muestra el Oficio de la Pa– sión y el Evangeliario que se hacía leer cuando no podía asistir a misa. La Regla de 1221 refleja este proceso ordenando que los clérigos cum– plan con d Oficio, y los hermanos que saben leer se unan a éstos al recitar el Salterio; por el contrano, los que no saben leer tendrán que rezar los «Padrenuestros» (1 R 3, 4-10). De todos modos, y a pesar de esta normativa, la carencia de libros era tan evidente que la Fraternidad de la Porciúncula sólo disponía de un ejemplar del Nuevo Testamento para rezar las lecturas de Matitines. Y el compilador, para justificarlo, añade que en aquel tiempo los hermanos no tenían breviarios, y muchos ni siquiera Salterios (LP 93). Con la aprobación de la Regla de 1223 la normativa sobre el Oficio queda, más o menos, del mismo modo, aunque añadiendn que se; haga segun la forma de la santa Iglesia romana (2 R 3, 1-4), es decir, según el rito litúrgico de la capilla papal. El famoso «Breviario de S. Francisco», escrito por un capellán de la Curia romana y adquirido por el Santo una vez aprobada la Regla, muestra la disfunción que había entre la norma sobre el rezo del Ofic10 y la posibilidad de que la Fraternidad como tal
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