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«ADORAR AL SEÑOR DIOS» 195 Otra expresión de su forma de orar popular fue la visita frecuente a ias iglesias. La de San Damián fue decisiva en el proceso de su conver– sión, conservándose una de las oraciones que solía repetir ante el Cruci– fijo (OrSD; TC 13; 2 Cel 10). Poco antes de morir recordará esta fe en las iglesias, recibida como un don del Señor, que le empujaba a orar y decir sencillamente: «Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos, porque por tu santa cruz recfüniste al mundo» (Test 4. 5). Pero d gesto más elocuente, por original, de su encuentro con Dios fue seguramente el desnudarse ante el obispo y el pueblo, para devol– verle a su padre toda la ropa, como expresión de ,que se entregaba des– nudo al Padre del ciclo (TC 20; 1 Cel 14s; 2 Cel 12). Para nuestra sensi– bilidad actual difídlmente puede aparecer esto como una actitud orante. Sin embargo, para ei pueblo medieval, y en concreto para Francisco, la oración es una tarea en la que participa también el cuerpo como forma de eXlpresar la situación de la persona ante Dios. La gestualidad o, como ahora se dice, la expresi·ón corporal, forma parte de la oración misma. Por otro lado, d ..::ontenido teológico del acontecimiento queda claro por su rnisma expresión: «Desde ahora quiero decir: Padre nuestro que estás en los cielos.» El tema evangélico, tan querido por los paupenstas medie– vales, de seguir desnudo a Cristo desnudo queda aquí expresado de una forma plástica. El componente laico en la oración de Francisco queda también de man.ificsto al recordar su propensión a cantar, sobre todo en francés, alabanzas al Señor en íos momentos ciavcs de la vida. Su convicción de que está llamado a ser un juglar de Dios le P'ermite aflorar ese subcons– ciente laico adquirido en su juventud. Apenas liberado de la tutela fami– lía1·, marchará por el bosque cantando en lengua francesa alabanzas al Señor (1 Cel 16). Durante la reconstrucción de la iglesia de San Damián cantará ·igual– mente por calles y plazas con el fin de recibir piedras (TC 21). Apenas reunidos cuatro hermanos, marchará con fray Gil a la Marca de Ancona cantando en francés en voz alta y clara las alabanzas del Señor (TC 33). El mismo Celano se pone como testigo de que «a veces tomaba del suelo un palo y lo ponía sobre el brazo izquierdo; tenía en la mano derecha una varita corva con una cuerda de extremo a extremo, que movía sobre el palo como sobre una viola; y, ejecutando a todo esto ademanes ade– cuados, cantaba al Señor en francés» (2 Cel 127). La oración popular ele Francisco bordea algunas veces la misma orto– doxia. La religiosidad del p1~eblo no tenía, como tampoco ahora tiene, un espacio para la oración. Toda ella es oración por cuanto supone un

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