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190 J. MICÓ través de sus Escritos, recordándonos a todos los hermanos que «nada nos impida, ,nada nos separe de esta Presencia, y en todo lugar, a toda hora y en todo ti<!mpo, todos los días y continuamente, creamos verdadera y humi1demente y tengamos en el corazón y aimenos, honremos, adore– mos, sirvamos, alabemos y bendigamos, glorifiquemos y sobreexaltemos, engrandeu.,amos y demos gracias al altísimo y sumo Dios» (cf. 1 R 23, 10-11). La necesidad de mantenerse continuamente en esta actitud acogedora de la Presencia viene expresada en la repetición machacona del «todo" aplicado a los hermanos, el tiempo y el lugar. El hombre en su totalidad debe mantener despierto y abierto el. corazón para que el Dios Trinidad habite y actúe en él hasta transfol'lnarlo. Los biógrafos han ampliado este dato, por otra parte cierto, de la disponibilidad orante ele Francisco, llevándolo muchas veces hasta la materialización de que el Santo estaba continuamente en oración (2 Ccl 96; LM 10, 6; LP 119; EP 94). No cabe duda que Francisco ocupó mucho tiempo en la plegaria y se esforzó por mantener ese «espíritu ele oración y devoción» como presupuesto; pero esa exageración piadosa :no se en– tiende si no es para motivar el deseo de hacerlo un modelo hagiográfico que invitara a los hermanos, pero sobre todo a los creyentes, a la prác– tica de ;,a oración. Celano apunta esta función didáctica del relato al decirnos que si narra «las maravillas de su oraci,:Sn es para que las imiten los que han de venir» (2 Cel 94). En este sentido hay que entender también las pala– bras de S. Buenaventura al decir de Francisco que «para no verse privado ele la consolación del Amado, se esforzaba, orando sin intermisión, por mantener siempre su 'Cspíritu unido a Dios ... Era también la oración para este hombre dinámico un refugio, pues, desconfiando de sí mismo y fiado de la bondad divina, en medio de toda su actividad descargaba en d Señor -por el ejercicio continuo de la oración- todos sus afanes ... Exhortaba a los hermanos, con todos los medios posibles, a que se dedi– caran a su ejer,cicio. Y en cuanto a él se refiere, cabe decir que ora cami– nase o estuviese sentado, lo ,mismo ·en casa que afuera, ya trabajase o descansase, de tal modo estaba entregado a la oración, que parecía con– sagrar a la m1sma no sóio su corazón y su cuerpo, sino hasta toda su acU– viáad y todo su tiempo» (LM 10, 1). El ideal de la oración continua se haría aquí realidad. Para los bió– grafos esta descripción, que nos puede parecer exagerada, está en .función de la misma Leyenda, ·que :no pretende más que hacer de Francisco un modelo hagiográfico que invite a los fieles a la comunicación con Dios. Pero si analizamos un poco esta figura del Francisco orante comproba-

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