BCCCAP00000000000000000001494

LA POBREZA FRANCISCANA 39 vemos que no. Por lo pronto, espigó casi todos los textos sinópticos que hablan del seguimiento de Jesús en radicalidad, aunque los leyera desde un contexto histórico particular. Con ello historizó el Evangelio dando una respuesta desde la fe al problema religioso, en clave de pobreza, que tenía planteado no sólo la Iglesia sino la misma sociedad. La propuesta de Francisco fue acogida porque partía de una visión lúcida de la realidad social y religiosa. Por experiencia y observación, había captado cuáles eran los móviles de la naciente burguesía y sus consecuencias sobre las capas más bajas de la socie– dad, al mismo tiempo que los deseos no formulados para darle una salida al problema. Es verdad que Francisco no llegó a captar la dimensión social de la pobreza, pero, dentro de sus limitaciones, comprendió que la riqueza daña al hombre porque lo aísla de los demás, haciéndolo insensible, hasta ahogarle. Aunque su tempera– mento no le permitía la contestación verbal, hizo de su experiencia un símbolo-denuncia de la riqueza. Francisco y los suyos, al ofrecer su vida en pobreza, no sólo la convirtieron en punto de referencia para las conductas creyentes que intentaban vivir el Evangelio, sino que, al convertirse en mendican– tes que dependían de las limosnas de los acomodados, tuvieron que legitimar éticamente la vida ciudadana y los nuevos oficios que en ella estaban apareciendo, como eran los comerciantes. La presencia de Francisco y los Franciscanos suavizó las relacio– nes sociales y económicas, al señalar la dignidad y los derechos de los pobres e imponer límites justos a las ganancias mercantiles. Además de ser honesto, el mercader debía renunciar a la acumulación de riquezas, puesto que, de no hacerlo así, caería en el pecado de la avaricia. Un mercader podía considerarse cristiano y, por tanto, de acuerdo con el Evangelio, cuando, además de ser honesto, pretendie– ra únicamente un modesto beneficio para poder satisfacer sus necesi– dades inmediatas y las de su familia. Otra de las condiciones para legitimar los beneficios era hacer donaciones caritativas a los necesitados. De este modo, los mercade– res serían útiles no sólo por distribuir bienes sino también por redistribuir la riqueza. En algunas ocasiones, y dentro de sus posibi– lidades, el mismo Francisco hizo de intermediario entre los ricos y los pobres (1 Cel 76). No cabe duda que la pobreza de Francisco fue significativa para los hombres de su tiempo; pero sería grandemente vergonzoso para

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz