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LA POBRRZA FRA."ICISCANA 33 dudando en pedir privilegios a la curia romana (Test 25) para apro– piarse, bajo capa de legalidad, de lo que debería ser un servicio en humildad y pobreza. e) «Ofreced vuestras vidas al Señor» El último escalón de la pobreza de espíritu es estar desprendido de tal forma de la propia vida, que no se tema la muerte. El seguimiento de Cristo pobre supone acompañarle hasta la misma cruz. Los discí– pulos del Señor le siguieron en tribulación y persecución, en ignomi– nia y en hambre, en debilidad y tentación, y en todo lo demás (Adm 6,1-2). Por tanto, es lógico que los hermanos, que han optado por seguir al Jesús del Evangelio, tengan que hacer el mismo recorrido. La obsesión de Francisco por el martirio es un dato comprobado. La ciudad de Asís había reconstruido sus raíces religioso-culturales en clave de martirio. A partir del siglo xr empieza..11 a escribirse las Leyendas de los mártires sobre los santos obispos Rufino, Victorio y Savino, los primeros predicadores de la fe cristiana a la pagana Asís. Este dato, unido al ambiente martirial que se respiraba en la Cris– tiandad con motivo de las cruzadas, hace más comprensible el deseo de Francisco de culminar su seguimiento de Cristo con el martirio (1 Cel 55-57). Al hablar sobre la vocación misionera de los hermanos, Francisco les advierte que, dondequiera que estén, recuerden que se entregaron a sí mismos y abandonaron sus cuerpos al Señor Jesucristo. Por amor suyo han de exponerse a los enemigos, tanto visibles como invisibles, porque dice el Señor: «Quien perdiere su vida por amor a mí, la salvará para la vida eterna» (1 R 16,10-21). Este deseo de empobrecerse siguiendo a Cristo pobre hasta la misma cruz, no le fue posible realizarlo por medio del martirio; pero a través de su vida se fue liberando de ese egoísmo radical, hasta relativizar la misma pobreza, valorándola en relación a la existencia pobre de Jesús, el cual se entregó al Padre y a los hombres en un intento de hacer realidad el proyecto del Reino: que el hombre reco– brara su dignidad de imagen e hijo de Dios. El empobrecimiento de Francisco no se limita a su propio ámbito personal; su imitación de Cristo le llevará también a ser un pobre para los demás. En este sentido, su pobreza se ensancha hasta hacerse solidaria con la pobreza de todos los hombres, pero princi– palmente de los más necesitados. Va hacia ellos, no como salvador de

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