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26 J. MICÓ La no utilización del dinero, más que una forma evangélica de enfrentarse a las complejas realidades sociales de la economía mone– taria del tiempo, es una forma arcaica de entender el seguimiento pobre de Cristo. La misma Clara, que compartía con Francisco la vivencia pobre del Evangelio, relativizó esta aversión al dinero, inte– grándolo en su forma de vida como un medio de intercambio (RCl 8,11). e) Pobreza conventual La pobreza desarraigada, que identificaba a la Fraternidad pri– mitiva, fue cambiando de signo a medida que la vida de los frailes fue tomando otro rumbo dentro de la Iglesia, pasando de una evangelización testimonial a otra más pastoral, que requería cierta preparación teológica y, por consiguiente, hacía necesaria una mayor estabilidad. El programa de la misión de los apóstoles ya no servirá para motivar este tipo de vida -y de hecho desaparece en la Regla bulada-•, sino que será necesario recurrir a principios espirituales monásticos que ayuden a mantener una actitud distanciada de los bienes que se poseen. En todo este proceso de asentamiento y asimilación de una vida que necesitaba de cosas, el vocabulario empleado va también evolu– cionando. Al principio se habla de «no apropiarse» (1 R 7,13); des– pués, do «exigir que sean pobres las casas e iglesias destinadas a los frailes» (Test 24), mereciendo una atención especial el problema planteado sobre la tenencia de libros. La pobreza material respecto a las cosas cambia durante la vida de Francisco, de ser la consecuencia lógica de una opción pauperística itinerante según el modelo de los apóstoles en misión, a ser una actitud precavida y distante frente a las cosas que se poseen. La pobreza ha cambiado porque también lo ha hecho el cuadro de vida de la Fraternidad. 3. Pomms DE ESPÍRITU Si para seguir a Cristo pobre es necesario renunciar a los bienes materiales, para llegar a compartir su vida y destino hay que llevar esta desposesión a las raíces más profundas del hombre. La pobreza de Francisco tiene como fundamento y modelo la pobreza kenótica de Cristo, el cual, a pesar de su condición divina, no se afen-ó a su categoría de Dios, sino que se despojó de su rango y tomó la condición humana. Toda la vida terrena de Jesús será una consecuencia de este
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