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20 J. MICÓ capítulo 14 de la Regla no bulada es una descripción perfecta de la opción pauperística de la Fraternidad de los orígenes: «Cuando los hermanos van por el mundo, nada lleven para el camino: ni bolsa, ni alforja, ni pan, ni pecunia, ni bastón. Y en toda casa en que entren, digan: Paz a esta casa. Y, permaneciendo en la misma casa, coman y beban lo que haya en ella. No resistan al malvado, sino a quien les pegue en una mejilla, vuélvanle también la otra. Y a quien les quita la capa, no le impidan que se lleve también la túnica. Den a todo el que les pida; y a quien les quita sus cosas, no se las reclamen» (1 R 14,1-6). En este contexto de pobreza itinerante tiene perfecto sentido el desprenderse de ciertas cosas que, más que una ayuda, van a ser un lastre en la vida de la Fraternidad. El «seguir las huellas de nuestro Señor Jesucristo» requiere tal desapego de las cosas y de uno mismo, que resulta imposible emprender el camino del Evangelio sin aban– donarlas de corazón (2 Cel 80s). Francisco hace suyo el consejo de Jesús al joven rico: «Si quieres ser perfecto, vete y vende todas las cosas que tienes y dáselas a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme» (1 R 1,2). El principio pauperístico de «seguir desnudo a Cristo desnudo» es retomado por Francisco como una exigencia de fidelidad al Evangelio (1 Cel 15), convirtiendo su experiencia y la de Bernardo de Quintaval, uno de los primeros compañeros, en modelo tipológico para todos los que desearán entrar en la Fraternidad (1 Cel 24). Al aspirai1te se le pide que «venda todas sus cosas y procure distribuirlas todas a los pobres, si quiere y puede hacerlo según el espíritu sin impedimento» (1 R 2,4). Esta actitud de distanciamiento frente a una sociedad marcada por la incipiente economía de beneficio que facilitaba el enri– quecimiento de unos pocos a costa del empobrecimiento de muchos, se materializa en la primera Fraternidad, no sólo renunciando a los propios bienes en favor de los necesitados, sino asumiendo la propia identidad y manifestándola, incluso, en el modo de vestir, de alimen– tarse, de viajar, de atender a los enfermos y de utilizar las casas y los libros. En lo referente al vestido, dice la Regla no bulada: «Todos los hermanos vistan ropas viles y puedan, con la bendición de Dios, remendarlas de sayal y de otros retales; porque dice el Señor en el Evangelio: Los que visten con lujo y viven entre placeres y los que visten muellemente, en las casas de los reyes están. Y, aunque les
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