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224 CARLOS BAZARRA, OFMCAI' La salvación es un misterio de pobreza. 9 Y antropológicamente es una incógnita a despejar. La pobreza la han impugnado el clero y las universida– des, los mismos religiosos, el capitalismo, el neoliberalismo ... El mundo sólo ha sabido ver lo inhumano de la pobreza, y no ha detectado la dimensión humanizadora de la vida de los pobres. Esa fue la intuición de Francisco de Asís. 10 POBREZA CREATURAL, HISTÓRICA Y ESCATOLÓGICA La antropología de la pobreza la hemos de ver en su evolución diacrónica, con sus implicaciones metafísicas, dialécticas y trascendentes. Porque hay una pobreza creatural, que atañe a toda criatura por el solo hecho de haber sido creada. Esta pobreza conlleva contingencia, limitación, fragilidad y, en el caso de ángeles y seres humanos, pecabilidad. Podríamos decir que es una pobreza innata, inevitable. Toda criatura es pobre ante Dios. Sólo Dios es rico. Ninguna otra cosa deseemos ... sino nuestro Creador, y Redentor, y Salvador, sola verdadero Dios, que es bien pleno, bien total, verdadero y sumo bien; que es el solo bueno, piadoso, manso, suave y dulce; que es el solo santo, justo, veraz, santo y recta; que es el solo benigno, inocente y puro; de quien, y por quien, y en quien está todo el perdón, toda gracia, toda la gloria de todos los penitentes y justos, de todos los bienaventurados que gozan juntos en los cielos (1 R 23). De aquí proviene la concepción pesimista que aflora en algunos textos franciscanos. Escribe, por ejemplo, Francisco: Odiemos nuestro cuerpo con sus vicios y pecados, porque, viviendo nosotros carnalmente, quiere el diablo arrebatarnos el amor de nuestro Sei'íor Jesucristo y la vida eterna, y perderse con todos en el infierno, pues nosotros, por nuestra culpa, somos hediondos, míseros y opuestos al bien, y, en cambio, prestos e inclinados al mal; porque, como dice el Seiíor en el Evangelio, del corazón proceden y salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, la avaricia, la maldad, el fraude, la impureza, la envidia, los falsos testimoníos, las blasfemias, la insensatez (cf Me 7,21; Mt 1S,10). Todas esas maldades salen de dentro, del corazón del hombre (c:f Me 7,73), y éstas son las que manchan al hombre (Mt 1S,20) (1 R 22). El nuevo Testamento enseña: Nadie es bueno, sino sólo Dios (Me 10,18). No hay quien haga el bien, no hay ni uno solo (Rm 3, 12). Pero también podemos decir 4 J. M. R. Tn.LARD, La salvación, misterio de pobreza (Salamanca 1968). 10 C. BAZARRA, Sí al hombre. El misterio de los pobres (Buenos Aires 1988). C. BAZARRA, Dios nos amó primero. Espiritualidad del pobre (Buenos Aires 1992).

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