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ANTROPOLOGÍA DE LA POBREZA FRANCISCANA 223 cuanto hombre, Cristo y los apóstoles tuvieron derecho de uso y de propiedad en común. Llega a la conclusión: decir que Cristo y los apóstoles no tuvieron nada ni en particular ni en común es una afirmación temeraria, errónea y herética. Los franciscanos responden con «El manifiesto de Perusa»: Cristo y los apóstoles fueron pobres. Y la Iglesia aprobó esta tesis en documentos anterio– res. La Iglesia no puede ahora decir lo contrario. Juan XXII responde insistiendo en que Cristo no fue pobre. La pobreza puede ser un obstáculo para la perfección. Publica una bula, Cum ínter nonnullos (1323), en la que afirma que la tesis de la absoluta pobreza de Cristo está en contradicción con la Sagrada Escritura, y de ahora en adelante debe conside– rarse herética. El Ministro General de los franciscanos, Miguel de Cesena, es llamado a Aviñón. Ante la acusación de ser hereje, Miguel de Cesena tiene que huir. Nueva bula del Papa, Quia vír reprobus (1329): Cristo es realmente rico, sólo que esconde sus riquezas; la pobreza que muestra es ficticia. Miguel de Cesena muere en 1342. La Orden Franciscana sigue defendien– do la pobreza de Cristo. Guillermo de Occam afinna rotundamente que el Verbo no sólo se hizo hombre, sino hombre pobre. ¿ Qué podemos decir hoy de ese período histórico? ¿ Cristo y los apóstoles con su bolsa de monedas eran menos santos que los franciscanos que no aceptaban en modo alguno recibir dinero (2 R 5)? Cuando los franciscanos hablan de ir más allá de los ejemplos de Cristo, están apuntando a un seguimiento, no a una imitación material. Es captar el espíritu de Cristo y seguirle de un modo creativo. Hoy todos estamos de acuerdo que lo impor– tante no es la imitación sino el seguimiento. No cabe duda que sin caridad no hay santidad: Aunque repartiera todos mis bienes, si no tengo caridad, nada me aprovecha (1 Cor 13, 3). Pero de lo que se trata es de que sí puede haber verdadera caridad sin solidaridad. Si uno dice: «Amo a Dios», pero aborrece a su hermano, es un mentiroso (1 Jn 4,20). La solidaridad efectiva es la prueba del amor fraterno: Si un hermano carece del sustento necesario y alguno de ustedes le dice: «Veteen paz y come», pero no le da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? (St 2, 15-16). Si no tengo amor, no sirve entregar mis bienes; si no entrego mis bienes, mi amor es una quimera. 8 ' C. BAZARRA, «¿Unión con Dios sin comunión con el pobre?», en Nue'UO Niundo 114 (1983) 587-598.

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