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226 CARLOS BAZARRA, OFMCAP Una palabra final sobre la condición escatológica y la pobreza. ¿En el cielo habrá pobres? ¿Sólo pobres? Las palabras de Cristo son incuestionables: «Bien– aventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios» (Le 6, 20). «¡Ay de vosotros los ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo>> (Le 6, 24). Se diría que san Agustín negaba que hubiera pobres en el cielo. En un supuesto diálogo con Marta, le dice: «¿Por ventura cuando llegues a la patria celestial, hallarás peregrinos a quienes hospedar, hambrientos con quienes partir tu pan, sedientos a quienes dar de beber, enfermos a quienes visitar, litigantes a quienes poner en paz, muertos a quienes enterrar? Todo esto allí ya no existirá; allí sólo habrá lo que María ha elegido: allí seremos nosotros alimentados, no tendremos que alimentar a los demás. Por esto, allí alcanzará su plenitud y perfección lo que aquí ha elegido María.» 13 San Agustín habla de pobres sociológicamente. Es indudable que en el cielo no habrá ninguna necesidad. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo lia pasado (Ap 21, 4). San Buenaventura, en cambio, habla de la pobreza antropológicamente. Y esa será condición indispensable para la visión beatífica. Porque si la vida eterna es, como dice san Agustín, esencialmente contemplación, el Doctor Seráfico ratificará: «La contemplación no puede existir sino en la suma simplicidad; y la suma simplicidad no puede existir sino en la máxima pobreza; y ésta es de esta Orden. La intención del bienavenh1rado Francisco fue vivir en la suma pobre– za.»1·1 En otra parte, comentando la cita de que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos (Mt 19,23-24), glosa nuestro Doctor: «El rico es comparado con el camello, y lo es a causa de la gibosidad, porque cuantas son las partes o posesiones de tierra que desea, otras tantas son las protuberancias gibosas que le impiden la entrada en el reino.» 15 Para Francisco es claro que los pobres, y únicamente los pobres, gozarán de la vida eterna. Por la dimensión antropológica de la pobreza, que humaniza y nos convierte en seguidores de Cristo: El Sefíor se hizo pobre por nosotros en este mundo (2 Cor 8, 9). Esta es la excelencia de la altísima pobreza, la que a vosotros, mis queridísimos hermanos, os ha constituido en herederos y reyes del reino de los cielos, os ha hecho pobres en cosas y os ha sublimado en virtudes (St 2, 5). Sea ésta vuestra porción, la que conduce a la tierra de los vivientes (Sal 141, 6). Adheridos enteramente a ella, hermanos amadísimos, por el nombre de nuestro Sefior Jesucristo, jamás queráis tener ninguna otra cosa bajo el cielo (2 R 6). 13 S. Ac;usTíN, Sermón 103, 6: PL 38, 615. 14 S. BUENAVENTURA, Colaciones sobre el Hexaémeron, col. XX, 30. 15 S. BUENAVENTURA, Del Reino de Dios, n. 25.

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