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FRAJ\:CISCO DF ASÍS ANTE LOS MOVIMIENTOS [VANGf:ucos DE LA ÉPOCA 327 No se puede afirmar en términos más simples la originalidad de la voca– ción evangélica de Francisco y de su Orden. Era normal entonces que, cuando un cristiano decidía cambiar de vida, entrara a formar parte de la ordo penítentium, asociándose a uno de los muchos grupos que llevaban vida peni– tencial bajo la guía de un sacerdote o junto a alguna comunidad monástica. Francisco, cuando se ve citado por la autoridad comunal para responder a las demandas de su padre, hizo valer su condición de «penitente»; por eso Pedro Bernardone le obligó a comparecer ante el obispo (1 Cel 14s; TC 19). Pero no se unió a ningún grupo de penitentes. Prefirió afrontar sólo la aventura del proyecto de Dios sobre su vida, aunque «en hábito de ermitaño» (TC 21). Fue una soledad atormentada por angustias internas, mientras suplicaba al Señor que le mostrase el camino: "Y empezó a pedir al Señor que se dignara dirigir sus pasos. A nadie manifestaba su secreto, ni se valía en todo esto de otro consejo que el de sólo Dios, que había comenzado a dirigir sus pasos, y 1 a veces, del que pudiera darle el obispo de Asís» (TC 10; LP 15). En el citado texto, Francisco parece situar la ,,revelación» de la vida según el Evangelio en el día en que, con sus primeros compañeros, abrió el libro del Evangelio tres veces en la iglesia de San Nicolás y por tres veces le aparecieron los textos que venían a confirmar la línea del seguimiento de Cristo en pobreza que él mismo había encontrado CfC 28s). En efecto, poco tiempo antes, participando en la Misa en la capilla de la Porciúncula restaurada por él, en la fiesta de uno de los evangelistas -san Marcos, 25 de abril, o san Lucas, 18 de octubre-, se sintió conmovido por la lectura del Evangelio. Terminada la celebración, se hizo explicar por el sacer– dote aquel texto. Era el Evangelio de la misión, muy probablemente la de los setenta y dos discípulos (Le 10,1-9), que son enviados por Jesús a anunciar el Reino «sin bolsa, sin alforja, sin sandalias», llevando a todos el mensaje de paz ... Oída la explicación, Francisco exclamó «gozoso de divino fervor»: «¡Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica!» De modo que, para sentirse hombre del Evangelio, sustituyó el vestido de ermitaño por una simple túnica, ideada por él mismo, ajustada a la cintura por una cuerda y, con los pies desnudos, se puso a predicar anunciando el Reino de Dios e invitando a la penitencia. Esto acaecía <,en el tercer año de su conversión» (l Cel 21-23). Fue el primer efecto del gran descubrimiento: se sintió atrapado por un mensaje, un mensaje alegre, comunicado con el lenguaje del pueblo. El segun-

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