BCCCAP00000000000000000001492

-----~----------------- 334 LÁZARO IRIARTE 5. ¿EN QUÉ SENTIDO SE PUEDE HABLAR DE «MOVIMIENTO» EVANGÉLICO FRANCISCANO? El franciscanismo surgió de la experiencia evangélica de un carismático excepcionalmente dotado, mitad ermitaño-contemplativo, mitad profeta– itinerante. En torno a él, hijo de un rico burgués, que se hizo pobre, se congregó un grupo de hombres, también pobres voluntarios, provenientes de todas clases sociales. El primero, Bernardo de Quintavalle, era un caballero; el segundo, Pedro Cattani, un jurista; el tercero, fray Gil, un campesino. Entre los compañeros del grupo inicial encontramos sacerdotes, como Silvestre y León; caballeros, como Ángel Tancredi y Morico; nobles, como Juan de Capella y Rufino, primo de santa Clara; hombres de posición modesta, como Felipe Longo, Barbaro, Sabattino. 13 El primer biógrafo señala esta peculiaridad de la fraternidad minorítica: «En aquel tiempo, San Francisco y sus hermanos recibían muy grande alegría y gozo singular cuando alguno del pueblo cristiano, quienquiera que fuese y de cualquier condición -fiel, rico, pobre, noble, plebeyo, despreciable, estimado, prudente, simple, clérigo, iletrado, laico-, guiado por el Espíritu de Dios, venía a recibir el hábito de la santa Religión» (1 Cel 31). De forma semejante, Clara de Favarone, perteneciente a una de las familias de la primera nobleza de Asís, incorporada a la órbita evangélica de Francisco y convertida en discípula de Cristo pobre en 1212, abrirá la fraternidad femeni– na a todas las candidatas idóneas de cualquier condición que fuesen. La gran niveladora era la pobreza radical del grupo, unida a la sinceridad de las relaciones fraternas. Y así, Francisco y Clara, sin pretenderlo dieron solución a un riesgo que amenazaba la vida consagrada en la Iglesia. Por una parte, la profesión monástica estaba reservada a las clases privilegiadas; quien no era noble debía contentarse con permanecer «lego» o «lega». Por otra, en el seno de la nueva sociedad artesanal, estaban surgiendo comunidades masculinas y femeninas que se organizaban en un plano de total igualdad, y prácticamente las vocacio– nes provenían de la plebe. Tales eran las ya citadas comunidades de los humillados en Italia y, en el siglo xm, las de las beguinas y de los begardos en Europa central. Podía suceder que en la vida regular se desarrollase una doble vía, la de la estructura y de la espiritualidad monástica, reservada a los nobles, 13 T. BARGIEL, Inizíazione a/la vita religiosa ne/la tradizione monastica e ne/la primitiva fraternita francescana - L'estrazione sociale dei primi compagni di Francesco, Roma 1989, 28-35.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz