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FRANCISCO DE ASÍS ANTE LOS MOVIMIENTOS EVANGÉLICOS DE L.<\ ÉPOCA 331 señores feudales desempeñaron su papel: los legados papales, que dirigían la lucha, estuvieron también comprometidos. 6 Duro con los albigenses, Inocencio HI se mostró en cambio comprensivo, mas bien confiado, con los movimientos de origen evangélico, hasta el punto de reprochar a los obispos de la excesiva propensión a censurar de herejía a todo grupo comprometido en una vida más sinceramente cristiana; eran, a sus ojos, manifestaciones de la vitalidad de la Iglesia. En concreto, parece que había habido una cierta esperanza de reconducir las comunidades valdenses al seno de la única Iglesia, facilitando su retorno. Cuando algún grupo daba este paso, se les exigía una profesión de fe católica, como se había hecho ya en 1180 con el iniciador del movimiento, Pedro Valdo. Así fueron reconciliados los «pobres de Milán» y en 1207 el grupo guiado por Durando de Huesca, que volvió a la Iglesia después de un debate religioso acaecido en Pamicrs. lnocencio III mandó introducir en las actas del Concilio Lateranense IV la fórmuia de la profesión de fe para proponerla a los valdenses arrepentidos. 7 Y protegió con eficaces intervenciones a los «pobres católicos» que, durante su pontificado, se difundieron ampliamente por Languedoc, Aragón y Lombardía, contra la desconfianza de los obispos, consintiéndoles vivir tranquilos su ideal de perfección. 8 lnocencio III dedicó particular atención a los «humillados», que en la antes citada decretal de Lucio III de 1184 estaban catalogados entre las sectas heréticas. Formaban comunidades de hombres y de mujeres de origen artesanal, y profesaban pobreza incluso en común, extendiéndose especialmente por Italia septentrional. El Papa les acogió bajo su protección y, en 1201, legitimó canónicamente sus comunidades como orden religiosa dándoles una regla. Jacobo de Vitry conoció sus «congregaciones conventuales» en 1216 y quedó muy edificado de su estilo de vida. 9 No obstante, la prevención con que los monjes, sus consejeros, miraban la aparición de nuevas formas de vida consagrada, especialmente las de origen 6 A. P. EvANS, The Albi¿;ensia11 Crusade, en K. M. SFTTON, A liistory ofthe Crusades, II, Filadelfia 1962, 277-324. 7 Professio fidei Waldensibus praescripta, en Enchiridion symbolorum ifrfinitionum et declarationunz de rebus fidei et morum, edidit H. DENZINGFR-A. ScHüNMFIZER, Barcinone– Friburgi Brisgoviae-Rcimae-Neo-Eboraci 1967, n. 790 s., pp. 225 SS. 8 H. TILLMANN, Papst Imwcenz III, Bonn 1954, 152-185; M. MACCARRONE, «Riforma e sviluppo della vita religiosa con Innocenzo lII», en Riv. di Storia della Chiesa in Italia 16 (1962) 29-72. º J. DE VITRY, Inter varios dolores, Ep. I, en Lettrcs de Jacques de Vitry, edídit R. B. C. HncENS, Leiden 1960, 7l s.

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