BCCCAP00000000000000000001490

124 JULIO MICÓ, OFMCAP permita dominar los sentimientos puramente humanos. Los interesados con– sienten; y se obra el milagro de la paz. Francisco ha conseguido, a través del diálogo, que estas dos posturas, al parecer irreconciliables, encuentren un punto común, floreciendo la paz. Segu– ramente fue el último gesto como pacificador; pero nadie duda de que esta preocupación ocupó mucho tiempo el corazón de Francisco. Los biógrafos nos describen esta labor ejercida por Francisco en un contex– to social tenso, donde, además de ser pacificador, se requería, previamente, haberse pacificado (TC 58). En forma alegórica habla Celano de la expulsión, en Arezzo, de los demonios de la discordia (2 Cel 108). Igualmente, en Perusa, alerta a los caballeros sobre una sedición popular, recordándoles la discordia (2 Cel 37). En Bolonia, según Tomás de Spalato, hizo un sermón sobre los ángeles, los hombres y los demonios; pero en realidad habló de la obligación de apaciguar los odios y de hacer un nuevo tratado de paz. Pero el hecho más llamativo fue, como hemos comentado anteriormente, la reconciliación del podestá de Asís y el obispo Guido, para quienes compuso la estrofa del Cántico referente al perdón (LP 84). El saludo evangélico que dirige a la gente (1 R 14, 2; 2 R 3,13; Test 23) es un deseo comprometedor de que la paz del Reino se haga realidad; una paz que viene coloreada por las ideologías sobre la paz que se tenían en la Italia medieval. Por eso, a su empeño en anunciarla le acompaña la voluntad de conseguirla. El significado de estos saludos de paz viene sólo en los Tres Compañeros: «Que la paz que anunciáis de palabra, la tengáis, y en mayor medida, en vuestros corazones. Que ninguno se vea provocado por vosotros a ira o escándalo, sino que por vuestra mansedumbre todos sean inducidos a la paz, a la benignidad y a la concordia. Pues para esto hemos sido llamados: para curar a los heridos, para vendar a los quebrados y para corregir a los equivocados» (TC 58). El saludo de paz, como primera palabra dirigida a los demás, trata de abrir el corazón a la paz; es decir, a esa fuerza interior que se convierte en principio de renovación moral y social. Francisco, una vez más, apuesta por el diálogo, y no por la violencia, a la hora de solucionar los problemas, a la hora de encontrar la paz. 12. ¿QuEREMOS SER DIALOGANTES? Posiblemente esta sea una pregunta impertinente, pero necesaria. Tampo– co vamos a ponernos dramáticos pensando que esto del diálogo es «la purga de Benito» y que hasta ahora no se ha hecho nada.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz