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EL DIÁLOGO EN FRANCISCO DE ASÍS 123 11. EL DIÁLOGO, CAMINO PARA LA PAZ Siempre se ha contemplado a Francisco como un pregonero de la paz, como un símbolo a que recurrir para ofrecer un horizonte pacífico ante las violencias individuales y colectivas. Desde que el Señor le desveló que el ser de Dios era diálogo y que el acercamiento hasta nosotros no podía ser de otra forma más que respetando nuestra identidad, Francisco entendió las relacio– nes de las personas no desde la violencia sino desde una paz respetuosa. El servicio al Reino, el servicio a la Palabra, no puede realizarse desde un ostracismo prepotente. Cuando Jesús envía a sus discípulos a que proclamen la Buena Noticia del Reino, lo hace recordándoles su condición de servidores que prestan su colaboración desde la mansedumbre y la humildad del que se siente llamado y enviado. Inermes ante la violencia de los demás, anunciarán una paz que no consis– te en el silencio de las armas, sino en el reconocimiento de la paternidad de Dios como fundamento de la fraternidad de los hombres. Ya hemos dicho que la sociedad medieval era violenta, y Francisco nació y creció en ella. Pero, al mismo tiempo y, tal vez por ello, la paz constituía el fundamento de la vida civil. La función de los reyes era conservar la paz. Al desaparecer su poder, otros tomaron el relevo en el desempeño de esta fun– ción. Los príncipes tienen también el deber de conservar la paz en sus territo– rios, de ahí que los señores de los castillos tengan el poder para castigar a los que la ponen en peligro. Los obispos y los abades tratarán también de mantener la paz cuando los responsables de fomentarla no cumplen con su misión. Por último, cuando las ciudades toman el poder, las instituciones de paz serán fundamentales para la convivencia. En todo este ambiente vivió Francisco; por eso es inconcebible que las propuestas de Francisco no tuvieran ninguna referencia a las institu– ciones y a las ideologías sobre la paz que había en su tiempo. Desconocemos la importancia de estas instituciones e ideologías sobre la paz en la vida de Francisco. La cosa no es tan sencilla si reconocemos que la inspiración evangélica y la realidad social se mezclaban de una forma natural. Francisco lee la bienaventuranza sobre la paz desde la cultura y situación de su tiempo. De ahí que la describa como una fuerza interior que no puede ser destruida por ningún desastre social ni personal. Cuando trata de pacificar al obispo y al podestá por medio de la estrofa del Cántico de las criaturas, les pide que encuentren las energías suficientes para superar los sufrimientos, el odio, etc.; en pocas palabras, les exhorta a permanecer en la paz. El Canto de Francisco estimula al obispo y al podestá a encontrar la actitud interior que les

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