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EL DIÁLOGO EN l'R/L'\JCISCO DE ASÍS 117 Por debajo de las numerosas descripciones que los biógrafos hacen de las relaciones fraternas de Francisco con la naturaleza, hay un poso de realismo que parece evidenciar su afecto no sólo a los humanos sino a las restantes criaturas. Esta relación de hermandad no proviene de su visión poética, ni de lo que hoy llamaríamos «sensibilidad ecológica». Su percepción es teológica, puesto que el lazo fraternal que nos une con los restantes seres no es la simple naturaleza biológica, sino el tener un mismo Creador (1 R 23, 1). Por considerarlas como criaturas hermanas no dispone de ellas como dueño y señor, sino que vive con ellas aprovechándose de su trasparencia para sentirse religado con su Creador, pero respetando siempre su propia autono– mía. El que Dios haya puesto al hombre en medio de la creación no le da derecho a dominarla de forma despótica; el ocupar ese Jugar privilegiado lleva consigo la responsabilidad de humanizar la creación usando, pero no abusan– do, de las cosas. La relación de Francisco con las criaturas adquiere matices concretos que evidencian su realismo. No se trata de representar nada, sino de poner de manifiesto el valor y la identidad de cada una de ellas, capaz de convertirse en sujeto con el que es posible entablar un di<llogo. La célebre «predicación a los pájaros» que nos cuenta Celano (1 Cel 58) indica el universo en el que se movía Francisco. Habiéndose descubierto como «hombre de diálogo», por ser ima– gen de Dios, descubre también que las restantes criaturas, por haber salido de las mismas manos, son igualmente sujetos dignos de respeto y capaces, no sólo, de dialogar con el hombre sino, incluso, de hacerlo con el mismo Dios por medio de la alabanza. Francisco les recuerda la llamada amorosa de Dios que las convocó a ser y las cualidades con las que revistió y reviste su existencia, invitándolas a que respondan con agradecida alabanza. La interpretación que hace de las mues– tras de agradecimiento de los pájaros indica que Francisco estaba convencido de la capacidad de interrelación de todas las criaturas consigo mismas y con su creador. Más allá de la armonía biológica que relaciona toda la naturaleza, el santo descubre la presencia del Creador que las abraza dentro de su inmenso seno comunicándoles ese talante relacional que imprime el ser hermanas. El relato del lobo de Gubio, más allá de si se trata de un hecho real o de una simple parábola (Flor 21), refleja esta misma actitud de Francisco respeto a los animales. El encastillamiento en uno mismo produce siempre violencia. En el caso del lobo está casi justificada porque necesitaba comer. En el de los vecinos no tanto al no preocuparse por las necesidades del lobo. En los dos casos hay falta de diálogo para solucionar sus problemas. Francisco intuye las dificultades de la relación y ofrece soluciones. Hablan-
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