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112 JULIO MICÚ, OFMCAP Francisco percibe que la Fraternidad necesita del diálogo para cristalizar las relaciones de los hermanos. Pero, incluso las mismas estructuras, deben asentarse sobre esta actitud abierta y comunicativa. En primer lugar la autori– dad no se concibe como poder sino como servicio; por lo tanto la obediencia, más que un gesto de inmolación personal, es la voluntad de integrarse en el ámbito servicial de la Fraternidad mediante el diálogo. El diálogo, pues, constituye la dinámica de la Fraternidad; con él se va tejiendo esa comunión que, apoyada por el discernimiento, se convierte en respuesta a la voluntad del Señor. Francisco, corno laico de su tiempo que participaba de la ideología civil de la fraternidad como la mejor forma de organización social, concibe su Fraterni– dad evangélica como asamblearia. Los Capítulos son una muestra de ese organizarse a partir del diálogo (TC 57). A través de él, además de tomar conciencia de Fraternidad, tratan de resolver los problemas que van surgien– do. El diálogo, una vez más, se convierte en un modo de ser y hacer Fraterni– dad que nos libera de nuestro egoísmo para abrirnos de forma confiada a las aportaciones valiosas que nos hacen los demás. 6. CLARA Y SUS HERMANAS Las amistades de Francisco no se reducen a este núcleo estrecho de herma– nos. Tenernos a Clara y sus hermanas con las que Francisco mantiene una relación especial, pero que condicionado por las circunstancias, adquiere una forma oficialista y fría; podríamos decir que contradictoria. Si de los pocos escritos que nos quedan de Francisco no se deduce esa relación entrañable con Clara, de los escritos de ésta tampoco se puede sacar esa historia de amistad que se supone entre los dos santos. Principalmente porque la finalidad de estos escritos no es la expresión de su afectividad, sino la comunicación de pareceres sobre la marcha de su proyecto evangélico; y esto es lo suficiente– mente objetivo para que resulte imposible de adivinar lo que latía por debajo de ese acompañamiento vocacional. En cuanto a los escritos de Clara hay que tener en cuenta que están redactados muchos años después de morir Francisco, con la distorsión que supone para el recuerdo la rápida elevación del Santo al nimbo hagiográfico y la progresiva traslación de lo humano a lo maravilloso como consecuencia del culto. Lo cierto es que no describen unas relaciones horizontales, de igual a igual, sino paterno-filiales. Se podrá aducir que en la realidad no fue así, pero los testimonios que tenemos avalan esta relación vertical. No obstante, la amistad entre Francisco y Clara existió, aunque no aparez– ca de forma rotunda en sus escritos. Una amistad que nada tiene que ver con
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