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EL DIÁLOGO EN HZANCISCO DE ASÍS 111 valores de su entorno le llevó a descubrir que otros hermanos y hermanas habían recibido también la misma llamada y que, por lo tanto, necesitaban responder de una forma conjunta desde la Fraternidad. Este nudo de relaciones y encuentros que es la Fraternidad es la que permi– tió a Francisco progresar en la conversión y en el diálogo, ya que era la forma concreta de materializar lo que el Señor le había desvelado: Que Dios es diálogo y que todo cuanto ama y crea, por ser imagen suya, es también diálogo. Si Dios se anticipa siempre al llamarnos, nuestra vida no puede responder más que realizando ese diálogo fraterno que nos humaniza y define. Para Francisco la Fraternidad fue una especie de escuela para aprender a dialogar. Por estar formada por hermanos distintos y hasta dispares, las rela– ciones, y por tanto el diálogo, tenían que progresar pasando de aceptables a fraternas, y de éstas a amistosas. Aceptar al hermano es la primera condición para hacer posible el encuen– tro, ya que no cabría hacer juntos un camino que, en su origen, aparece ya cegado. Pero, aún manteniendo esta disposición inicial de acogida, hay que dar un paso más recibiéndolo como hermano. Esto supone no sólo un amor más entregado, sino una mayor confianza para comunicarse desde la intimi– dad y que el diálogo adquiera un nivel más profundo. Pero todavía queda otro paso más, y es el de la amistad. Ser amigos es más que ser hermanos, pues la hermandad nos ha sido dada y regalada, y la amistad es una elección que requiere dedicación y trabajo. La amistad, sin embargo, no va en contra de la Fraternidad, pues el ideal es ser amigos de nuestros hermanos; pero la realidad siempre suele ser más terca, y ya que no podemos llegar a ser amigos de todos nuestros hermanos, al menos lo podemos intentar con los más cercanos, es decir, con los que convivimos. En Francisco existe este tipo de progresión respecto a los hermanos. Aun– que trata de amar y comunicarse con todos, hay un núcleo más reducido -los famosos Tres Compañeros- con el que su diálogo resulta más fluido y más íntimo. La amistad es lma intimidad que se abre a otra intimidad; o, como decía S. Agustín: «Amigo es el que sabe todo de mí y me quiere.» Sin embargo la amistad se diferencia de la camaradería en que busca solamente lo más íntimo del otro, respetando su realidad y apoyándolo con el amor. La Fraternidad, por ser el lugar donde Dios convoca para vivir el Evange– lio, es un ámbito dialógico. En ella se encuentran los hermanos para trenzar con sus vidas la respuesta que el Señor espera. Trabajar, por tanto, en la trama fraterna es un modo de realizar no sólo la vocación comunitaria de la Fraterni– dad sino también la vocación personal como respuesta a esa voz que nos llama y constituye.

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