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230 JULIOMICÓ A los Movimientos pauperísticos venidos de la herejía, como los Valdenses, Pobres Católicos, grupo de Bernardo Prim, etc., se les exigía una profesión de fe como condición indispensable para ser aprobados por la Iglesia. A los Franciscanos, en cuanto provenientes de la ortodoxia, ni hizo falta eso, pero se tuvo la precaución de eliminar todo peligro asegurando una fe sana, tanto en los candidatos como en los hermanos ya profesos. Ante esta situación se comprenden las precauciones tomadas, puesto que el peligro de infiltración de candidatos con ideas un tanto heterodoxas, ahora que la Orden se había extendido por regiones con un gran contingente de herejes, se convertía en una amenaza para la Fraternidad, ya que en lo único que los distinguía de los grupos pauperísticos, caídos en la herejía, era su fidelidad a la Iglesia de Roma. 122 Esta semejanza les trajo complicaciones a la hora de presentarse al pueblo, hasta el punto de que el Papa tuvo que garantizar con varias bulas la catolicidad del Movimiento y su Regla ante las sospechas de los obispos. 123 Aunque la Regla de 1221 no aplica a los candidatos el examen sobre la fe, dedica un capítulo a alertar a los frailes sobre la necesidad que tiene la Orden de permanecer firme en la fe: «Todos los hermanos sean católicos, vivan y hablen católicamente. Pero, si alguno se aparta de la fe y vida católica en dichos o en obras y no se enmienda, sea expulsado absolutamente de nuestra Fraternidad» (1 R 19, ls.). El método seguido es casi idéntico al empleado por Inocencia III con los herejes: Intentar, por todos los medios, convertirlos; sólo en el caso de que se resistan, podrán aplicarse las penas eclesiásticas y civiles. 124 Desconocemos por completo el contenido del interrogatorio, pero se supone que versaría sobre los artículos de la fe más combatidos, como era la Trinidad, la paternidad y bondad de Dios Creador, la encarnación del I lijo de Dios nacido de María y muerto por nosotros en la cruz, la resurrec– ción y ascensión, junto con la presencia sacramental; también el misterio de la Iglesia centrado, sobre todo, en la autoridad de la jerarquía proveniente de su ordenación sacramental. 125 Parece curiosa la distinción que se hace entre la fe católica y los sacramentos, como si éstos no fueran también objeto de la fe. La razón parece ser que el concepto de «fe católica» se medía 122 Cf. K. EssER, La Orden frmzciscana, 195 ss. m «C11m dilectifilii,, (11-6-1218), en «Bull Fran I», 2b; «Pro dilectis filiis» (29-5-1220). lbid. 5 b. . 1 º•! Cf. A. OuvER, Tácticas de propaganda y motivos literarios en las Cartas antiheréticas de Inacenciu 11[, Roma 1957, 25 ss. 12 ' Cf. O. Sc11MUCKI, De inítiatione, 180 ss.

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