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SEMBLANZA DEL P. LÁZARO IRIARTE (1913-1997) 291 Cuando a la mañana siguiente pasó la noticia desde la Curia provincial a todas las fraternidades, comprendimos que había concluido la carrera del trabajador padre Lázaro, y acaso le vimos mentalmente en una silla de ruedas en la Enfermería Provincial para el ocaso de su vida, como hemos conocido a otros hermanos aquejados de un mal semejante. Entretanto había que atenderle delicadamente allí en Frascati. Tanto el padre Aurelio Laita, hermano de provincia y fraternidad, como el padre Guardián, fray Giuseppe Moscheni, se volcaron sobre él, para que no le faltase nada: el consuelo de la absolución y del sacramento de la unción de los enfermos, como las atenciones sanitarias y cualquier otro servicio. El hermano Juan Miguel Larrañeta, de la fraternidad de Estella, que aquellos días cumplía un retiro espiritual en los lugares franciscanos, acudió dispuesto a ser enfer– mero, si el caso lo requería. Acudieron igualmente familiares venidos de España, en especial su hermana religiosa, sor Visitación, residente en Madrid. Pero el mal se fue complicando, postrado en el lecho el padre Lázaro, con los ojos cerrados y sin proferir palabra, hasta que en la noche del día 10 de diciembre, allí, su habitación del hospital, estando presente el padre Juan Miguel Larrañeta, entró definitivamente en la paz del Señor. Los funerales se celebraron el día siguiente a las 3 de la tarde en la iglesia conventual de Frascati. Presidía el padre Aurelio Laita. A su lado estaban el ministro provincial de Navarra, padre Eleuterio Ruiz, y el presidente de la Conferencia Italiana de los Ministro Provinciales de Capuchinos, padre Anto– nio Ascensi (provincial de la provincia romana). De nuestra provincia partici– paban Juan Miguel Larrañeta y fray Rufino Arróniz, hermano de la misma fraternidad de Frascati. En el altar, como maestro de ceremonias, el Guardián de la Fraternidad, y en los primeros bancos y el coro posterior unos cincuenta sacerdotes concelebrantes. Estaba presente el ministro general, padre John Corriveau, que tuvo que salir con urgencia para incorporarse a la sesión del Sínodo de Obispos para América, como uno de los miembros invitados por el Papa. La pequeña iglesia capuchina estaba totalmente llena de fieles, sobre todo de religiosas. En su homilía el padre Aurelio Laita destacó tres rasgos de la personalidad espiritual del padre Lázaro: «un religioso que ha sabido caminar al ritmo de Dios y de los signos de los tiempos», «el hombre de ciencia que de la ciencia ha hecho durante toda su vida lugar de encuentro con el Señor», «un enamorado de la vocación franciscana». Antes de la despedida tomaron la palabra el ministro provincial de Navarra y el presidente de la Conferencia Italiana de Capuchinos, con sinceros sentimientos de gratitud y alabanza al Señor por el don de este esclarecido hermano (véase Boletín Informativo OPI, n. 264, 24 diciembre 1997).

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