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290 RUFINO M. GRÁNDEZ estaba en orden. Fui enumerando carpetas (más de treinta) y anotando cuida– dosamente el contenido detallado de las mismas. Y había un pensamiento que no lo podía quitar de la cabeza: «Bien, siervo bueno y fiel..., entra en el gozo de tu Señor» (Mt 25,21.23). La vida me ha ido enseñando que una frase del Evangelio cobra de pronto un sentido luminoso cuando la ves retratada en alguien que la ha puesto en práctica. Y aquellas carpetas me iban repitiendo, con un aleluya in crescendo: Bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor. Lo último que había dejado: ocho folios ya escritos, sobre Il malato, sacra– mento della presenza di Cristo in mezzo a noi, que eran los Ejercicios espirituales a las Hijas de San Camilo, que había de dar en Grotaferrata del 8 al 16 de enero. Tenía delante cuatro libros: las Constituciones de estas religiosas, y la vida y escritos de los fundadores del mismo instituto, la madre Giuseppina Vannini y el padre Luigi Terza. El padre Lázaro en los últimos meses había viajado a nuestros hermanos de Texas, donde dio una semana de información permanente sobre la :fyaterni– dad. De allí pasó a México, también como formador y orientador espiritual de las Capuchinas; en Fátima dio Ejercicios a los Capuchinos de la provincia lusitana, escritos y preparados... Se corrió la voz de que el padre Lázaro había manifestado un deseo: de que cuando Frasca ti se entregue próximamente a los capuchinos polacos, él podría seguir trabajando enMéxico. En todo caso, en su agenda de bolsillo, tenía marcados algunos ministerios para mayo de 1999: Capuchinas de México. Que lo cumpla de otra manera desde el cielo. LA HERMANA MUERTE TEMPORAL Un día normal, el día 3 de diciembre, para un navarro fiesta de San Francisco Javier, el padre Lázaro había trabajado empedernido como un día cualquiera. Su hermano de comunidad, Aurelio Laita, había tenido definición en Roma. A su regreso, en la cena, dijeron: Vamos a celebrarlo, y lo celebraron con algún mínimo extra. Aquella noche se prolongaron un poco más en la recreación, porque la televisión italiana daba un documental acerca del padre Pío, y en tomo a las 9'40 el padre Lázaro se retiró a descansar. Al llegar al dormitorio se sintió mal y desvanecido se dejó caer sobre la cama, sin tiempo para despojarse del hábito. ¡Padre Giuseppe, padre Giuseppe... !, dijo llamando a su Guardián, que se hallaba en su celda contigua. El padre Guardián acudió al punto y el padre Lázaro, con un ataque de hemiplejía, que le había afectado a la parte derecha del cuerpo, no pudo hablar. Inmediatamente se le llevó al Hospital San Sebastiano, en Frascati.
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