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286 RUFINO M. GRÁNDEZ andaban impresas [las del P. Ciáurriz y P. Gumersindo de Estella], y creía que nada sustancial pudiera añadirse. Pero el ruego porfiado, insinuante, del padre José Ancín, entusiasta vicepostulador de la causa de beatificación del siervo de Dios, me hizo poner manos a la obra». Puntualizaba cuál había sido su propia aportación: «Apenas he puesto trabajo de nueva investigación, ya que los biógrafos que me han precedido dispusieron de suficientes datos fundamentales. He procurado, sí, hacer una nueva lectura del acervo documental y situar en el marco histórico cada uno de los sucesos, con miras a lograr una mayor objetividad. Casi del todo nuevo es el capítulo dedicado a la labor del padre Esteban como restaurador de la Orden Capuchina en España y la parte que le cupo en la supresión del régimen nacional, utilizando investigaciones recientemente publicadas e información de primera mano.» Feliz idea la del padre Ancín; porque aquel trabajo que en 1979 salió de las hábiles manos y cabeza de nuestro historiador para el centenario del padre Esteban (1880) ahora se ve coronado con una obra póstuma: las Memorias del Padre Esteban de Adoáin, que en las carpetas del padre Lázaro nos da un grueso volumen de 317 páginas de texto, más 16 de notas. Si hablamos de obras que atañen específicamente a la provincia hemos de recordar un pequeño libro que le pidieron los misioneros de Aguarico, la primera historia de Aguarico: Aguarico: un empeño de roturación evangélica en dos tiempos, 1954-1979. El padre Lázaro, nostálgico misionero, invitado a trabajar in situ, se presentó en la selva, consultó el material que le habían preparado, y él mismo, navegando por el Napo, pudo asomarse a la vida de aquellas gentes y admirar el entusiasmo de los misioneros. Breve historia, dos veces editada (1980, 1983), luego completada con obras importantes de quienes han vivido inmersos en aquella cultura. EL Ev ANGELIO EN SU LABIOS Acaso el lector comience a sentir fatiga, porque el narrador que esto escribe puede aparecer como el profesor que, al iniciar su materia en el nuevo curso, va dando una lista bibliográfica, con anotaciones de contenido y de autores. Alejo de mi mente esta intención. Lo que he ido refiriendo quería ser, en el fondo, el reflejo de algo más simple y no menos importante. ¿Fue el padre Lázaro un profesor erudito, un conferenciante hábil, un investigador atado al pupitre..., cuando había que consumir horas silenciosas? Estos rasgos marcan su retrato, pero su talante más profundo es otro. Fue un estudioso e impertérrito escritor, sí. Y a propósito, una curiosa y
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