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SEMBLANZA DEL P. LÁZARO IRIARTE (1913-1997) 277 que daba al quemar fichas y papeles. Nacieron otros, pero esto fue desde la nueva opción. En un momento de confianza ingenua contó esto a los novicios. Era en un capítulo. Las conversaciones, no sé si también la votación sondeo, presagiaban que a la mañana siguiente el padre Lázaro era provincial. No pudo dormir; le atemorizaban los problemas que se le echaba encima, no sabía como afrontar el complicado asunto vasco, tan problemático en nuestro provincia. Pero algo sucedió simultáneamente por la noche, tiempo en que se ultiman conversacio– nes, porque a la mañana siguiente se dio cuenta que el panorama había cambiado y que de lo de provincial nada ... Y así fue ... Lo contaba seguramen– te como sencilla anécdota de que la persona debe optar en la vida por encima de todos los vaivenes de la mudable opinión. El noviciado del padre Lázaro, los dos años de maestro, han quedado plasmados en el libro Por el reino de los cielos, donde se recogen las semanas que él daba a los novicios, preparadas con toda seriedad, y en la introducción los criterios con que él regía el noviciado. LLAMADO A ROMA (1965) La paz de Sangüesa quedó sobresaltada en el espíritu del maestro cuando le llegaba de Roma, trámite la Curia provincial, la propuesta para ser Rector del Colegio Internacional. Sorpresa y reparos: no se sentía capaz, carecía de lenguas para un centro internacional pues sólo podía hablar latín e italiano, aunque leía bien el francés, algo del alemán, desconocía el inglés, su propia salud y algún etcétera. Son las razones que de repente escribió al ministro provincial, por cuyo conducto le había llegado la invitación. No obstante, por supuesto, quedaba hijo de obediencia, eso inviolable. Pero pronto sintió remordimiento en su conciencia, pues su reacción había sido demasiado humana, demasiado a la defensiva ... Y al punto filialmente escribió al padre General para exponerle su estado interior, sus posibilidades y limitaciones y terminar con un «sí» incondicional, si el ministro general lo veía apto. Pensamos que aquí hay algo delicado e importante, porque su obedien– cia fue el comienzo de una nueva etapa provincial en la historia particular del padre Lázaro, su último despliegue en espíritu de obediencia y generosidad. Y pensamos también que el padre Clementino de Vlissingen tuvo ojo de lince para este acierto, pasando por encima de alguna reticencia de la Provincia.

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