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276 RUFINO M. GRÁNDEZ vado la lista completa de los mismos. Fue confesor ordinario y extraordinario de diversas comunidades. Por muchos años dio dos lecciones semanales de espiritualidad en el noviciado de las Oblatas de Santísimo Redentor. Impartió varios cursos de ascética y mística en «Villa Teresita», valiente institución laical surgida en Pamplona, y lo mismo en el noviciado de las Terciarias Capuchinas de Burla– da. Cosa semejante con otras religiosas: Franciscanas Misioneras de María («las Blancas» de Pamplona, en cuyo noviciado solía haber más de cien religio– sas), Mater Amabilis y Misioneras de Javier. Quien trata de ver los entresijos del alma se da cuenta que el padre Lázaro dio mucho y recibió mucho en este ministerio, puesto que se encontró con almas privilegiadas con quienes mantuvo relación a lo largo de años. Era el comienzo de una tarea que le iba a ocupar ampliamente en sus años de Roma. DEL TEOLOGADO AL NOVICIADO DE SANGÜESA (1963-1965): OBLACIÓN Como diestro de la pluma -más bien de aquella máquina que repiqueteaba de continuo en su celda- al padre Lázaro se le habría un porvenir risueño. No obstante brindaba este hipotético futuro por ser misionero. «Desde mis años de estudiante he considerado siempre mi vida orientada hacia los campos del paganismo y creo que ahora mismo sería para mí el mayor gozo inmolar en aras de esta vida, incluso mis ideales de educador y forjador de sacerdotes y mis actividades científicas.» Así escribía ai provincial en 1951 cuando se pedía una leva de misioneros, ofrecimiento renovado después cuando se inició el ministerio, transitorio, de Arica (Chile). Los acontecimientos provinciales evolucionaron de modo que en 1963, elegido ministro provincial el padre Fidel de Pamplona, con los nuevos cam– bios de comienzo del trienio, el padre Lázaro se hiciera cargo del noviciado. Fue al noviciado y tuvo la conciencia de que empezaba una nueva vida, quedaba atrás una etapa cumplida y ahora debía lanzarse por entero a otro nueva. Un día llamó a unos novicios que le ayudaran a bajar algunas cajas de su celda. Y allí fueron: fray José Luis Iso, fray Celestino Aós ... En las cajas de cartón había papeles, muchos papeles ... (clases que había dado, estudios que había hecho) y fichas ... En la huerta hicieron un montón y el padre Lázaro prendió fuego. En aquella circunstancia -nos ha contado José Luis Iso (y algo semejante ha escrito Celestino Aós en el boletín informativo OPI)- «yo le vi al P. Lázaro llorar... ». Sí, se le saltaron las lágrimas, porque era muy serio lo que hacía, el paso

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