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EL CARISMA DE FRANCISCO DE ASÍS 213 los Escritos del Santo aparece la progresiva estabilidad que va adquiriendo la Fraternidad, al mismo tiempo que la preocupación de Francisco por mantener– la libre frente a las nuevas realidades que se van presentando. La alusión del Testamento sobre la permanencia en las iglesias del primi– tivo grupo (Test 18) y la noticia que sobre este particular dan los Tres Compa– ñeros permiten deducir la no existencia de residencias fijas y la utilización de albergues ocasionales donde pernoctar (TC 32.38). La Regla de 1221 ofrece ya, además de estos grupos completamente itinerantes, otros que viven en eremitorios o en otros lugares, advirtiéndoles de que «no se apropien para sí ningún lugar, ni se lo veden a nadie» (1 R 7, 13 s.). La Regla bulada supone que los frailes se han instalado en casas; por eso prohíbe que se las apropien, lo mismo que lo lugares y otras cosas. En la Carta a toda la Orden habla también de los lugares en los que están establecidos los frailes y celebran normalmente el culto (CtaO 30). Pero es en el Testamento donde advierte que «se guarden los hermanos de recibir en abso– luto iglesias, moradas pobrecillas, ni nada de lo que se construye para ellos, si no son como conviene a la santa pobreza que prometimos en la Regla, hospe– dándose siempre allí como forasteros y peregrinos» (Test 24). Ante la inevita– ble instalación de la Fraternidad, el Santo procurará mantener por encima de todo el distanciamiento de la propiedad embarazante que impida dedicarse con toda libertad al seguimiento de Cristo pobre. Celano trae en su Vida II algunos ejemplos que ilustran la actitud de Francisco respecto a la posesión de inmuebles, aportando como única justifica– ción a la negativa de recibir las casas de Bolonia y Asís, o tener una celda en propiedad, que «cuando el Señor estuvo en la soledad, donde oró y ayunó por cuarenta días, no hizo construirse allí ni celda ni casa alguna, sino que .estuvo al amparo de una roca de la montaña» (2 Cel 57 ss.). Jacobo de Vitry sigue en esta misma línea afirmando que «a ningún herma– no de esta Orden le está permitido poseer nada. No tienen monasterios ni iglesias; ni campos ni viñas, ni ganado; ni casas ni otras posesiones; ni donde reclinar su cabeza» (BAC p. 966). Aunque un poco idealístico, refleja la prime– ra intención franciscana de permanecer al margen de todo uso de poder o de reconocimiento de derechos. El no apropiarse de las casas donde viven es el último recurso para conservar, al menos como signo, el carácter itinerante de una Fraternidad que se va estableciendo progresivamente. Si en los Escritos de Francisco aparece claro lo que entendía por apropiación, en las fuentes biográficas más tardías se supone una distinción entre propiedad y uso de las cosas, sutileza un tanto extraña para la mentalidad del Santo. 273 Sin 273 Cf. L. DE AsPURZ, «Appropiatio», p. 27.

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