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212 JULIO MICÓ reconozcamos que todos son suyos, y démosle gracias por todos ellos, ya que todo bieri de Él procede» (1 R 17, 17). Ese dominio absoluto de Dios sobre las cosas y la toma de conciencia, por parte del hombre, de que debe servirse de ellas con agradecimiento, lo piensa y expresa Francisco en esquemas feudales: Dios, rey y señor universal de todas las cosas, es el que concede a modo de feudo temporal los bienes de la tierra. El hombre, simple feudatario de Dios, está obligado a devolverle a su Señor todo cuanto posee. Por eso, retener o apropiarse valores o cosas es para Francisco un acto que rompe el sentido de relación con Dios y, por tanto, corta sus propias raíces humanas cometiendo pecado. 270 Este es el fundamento teológico en el que se encuadra el concepto de apropiación y permite a Francisco romper el cerco de la propiedad para mirar las cosas desde la libertad del que las recibe como un don. 271 Renunciar a la propiedad es querer estar abiertos a todos como menores, de modo que «todo aquel que venga a ellos, amigo o adversario, ladrón o bandido, sea acogido benignamente» (1 R 7, 14t ya que si se ha optado por seguir a Jesús según la forma del santo Evangelio, esto incluye el desprendimiento y la renuncia a defender las cosas como propias, hasta el punto de que, «si en algún lugar no son recibidos, márchense a otra tierra a hacer penitencia con la bendición de Dios» (Test 26). Este breve fragmento sobre la no apropiación debe colocarse en el arco evolutivo que experimentó la Fraternidad en su dimensión itinerante. Frente a la estabilidad del monacato, los nuevos Movimientos de reforma se caracteri– zan por su dinamicidad apostólica que ahonda sus raíces en la visión pauperística del Evangelio. Los Movimientos más radicales entenderán su opción cristiana lanzándose, desprovistos de todo, por los caminos y ciudades con el único propósito de comunicar su experiencia de Cristo, pobre y cami– nante. Burcardo de Ursperg dice del grupo de Bernardo Prim que «llevaban la vida de los Apóstoles, no queriendo poseer nada ni tener residencias fijas, deambulando por pueblos y castillos». 272 En este mismo ambiente crece la Fraternidad agrupada en torno a Fran– cisco. Su primitivo proyecto de vida excluye tanto la sedentarización como la consecuente, aunque no esperada, apropiación de las residencias. A través de 27 ° Cuando el hombre rompe su equilibrio relacional con Dios deja de tener sentido, porque cuanto es el hombre delante de Dios, tanto es y no más (Adm 19, 2); cf. L. DE AsruRZ, «Appropiatio», 4 ss.; lDEM, La «Altísima pobreza» franciscana, p. 19. 271 Cf. B. BLIGNY, La poverta del secolo x1r~ p. 293. 272 MG SS., XXIII, 376.

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