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EL CARISMA DE FRANCISCO DE ASÍS 225 e) No PERTURBARSE POR EL PECADO DE LOS DEMÁS Esta advertencia denota haber captado con agudeza la propensión natural que todos tenemos a juzgar con severidad los pecados de los demás, como si se trataran de ofensas hechas a nuestra propia persona en vez de a Dios. 300 Por eso en la Regla de 1221 se pone en guardia a los hermanos para que se guarden «tanto los Ministros y siervos como los otros, de turbarse o airarse por el pecado o el mal del hermano, pues el diablo quiere echar a perder a muchos por el delito de uno solo; más bien, ayuden espiritualmente, como mejor puedan, al que pecó, ya que no necesitan de médico los sanos, sino los enfermos» (1 R 5, 7 s.). En esta misma dirección va una de las Admoniciones al poner en evidencia la actitud que se debe tomar ante los pecados de los otros, pues «sea cual fuere el pecado que una persona cometa, si, debido a ello y no movido por la caridad, el siervo de Dios se altera o se enoja, atesora culpas. »El siervo de Dios que no se enoja ni se turba por cosa alguna, vive, en verdad, sin nada propio» (Adm 11, 2 s.). La Carta a un Ministro nos ofrece el más bello ejemplo sobre el modo de comportarse de los Ministros ante el hermanos pecador. Dice así: «Y en esto quiero conocer que amas al Señor y me amas a mí, siervo tuyo y suyo, si procedes así: que no haya en el mundo hermano que, por mucho que hubiere pecado, se aleje jamás de ti después de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu misericordia, si es que la busca. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si la quiere. Y, si mil veces volviere a pecar ante tus propios ojos, ámale más que a mí, para atraerlo al Señor; y compadécete siempre de los tales. Y, cuando puedas, comunica a los Guardianes que, por tu parte, estás resuelto a comportarle así» (CtaM 9-12). Esta comprensión caritativa no se reduce solamente a los Ministros, sino que «ninguno de los hermanos que sepa que ha pecado lo abochorne ni lo critique, sino tenga para con él gran compasión y mantenga muy en secreto el pecado de su hermano, porque no son los sanos los que necesitan del médico, sino los enfermos» (CtaM 15). No obstante, este modo de comportamiento tan comprensivo para con los pecadores, que encuadra perfectamente dentro de la figura ejemplar que tenemos de Francisco, existe otra faceta en sus Escritos que contrasta con ella de un modo evidente. Tanto en el Testamento, donde se pide a los hermanos que si encuentran a alguno de los frailes que no reza el Oficio según la Regla o ioo Cf. J. GARRIIXl, La forma de vida, p. 248.

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