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EL CARISMA DE FRANCISCO DE ASÍS 221 ración. Y guárdense de mostrarse tristes exteriormente o hipócritamente ceñu– dos; muéstrense, más bien, gozosos en el Señor y alegres y debidamente agradables» (1 R 7, 15 s.; 11, 5 s.). Pero donde mejor se muestra el profundo y desinteresado amor es en el servicio a los hermanos enfermos. 294 En una de las Admoniciones proclama dichoso al fraile «que ama tanto a su hermano cuando está enfermo y no puede corresponderle como cuando está sano y puede corresponderle» (Adm 24). El amor a los hermanos enfermos está por encima de cualquier norma, incluso del ayuno. Por eso Celano trae algunos ejemplos que ilustran la supremacía de la comprensión hacia los demás, sobre las mismas normas de conducta que para Francisco eran casi sagradas (2 Cel 175 s.). La Regla no bulada dedica un capítulo a los hermanos enfermos en el que se presupone todavía la movilidad de los frailes y la consiguiente dificultad de desligarse del grupo y quedarse atendiendo al enfermo. Así dice que «si alguno de los hermanos, esté donde esté, cae enfermo, los otros hermanos no lo abandonen, sino desígnese un hermano o más, si fuera necesario, para que le sirvan como querrían ellos ser servidos; pero, en caso de extrema necesidad, pueden dejarlo al cuidado de alguna persona que esté obligada a atenderle en su enfermedad. »Y ruego al hermano enfermo que por todo dé gracias al Creador, y que desee estar tal como el Señor le quiere, sano o enfermo, porque a todos los que Dios ha predestinado para la vida eterna los educa con los estímulos de los azotes y de las enfermedades y con el espíritu de compunción, como dice el Señor: "A los que yo amo, los corrijo y castigo." »Y si alguno se turba o irrita contra Dios y contra los hermanos, o quizá pide con ansia medicinas, preocupado en demasía por la salud de la carne, que no tardará en morir y es enemiga del alma, esto le viene del maligno, y él es carnal, y no merece ser de los hermanos, porque ama más el cuerpo que el alma» (1 R 10, 1-4). En la Regla bulada ya no existe, prácticamente, el problema de la itinerancia, por eso sólo se insiste en la delicadeza con que se debe tratar a los enfermos, proponiendo una meta evangélica y naturalmente: «servirlos, como quisieran ellos ser servidos». 294 Cf. S. NúÑEZ, Fraternalidad franciscana ... , p. 404 s.

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