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200 LÁZARO IR!ARTE del diploma del obispo Teobaldo, fue inaugurado con tanta solemnidad, si existió, tuvo que ser conocido por los biógrafos de san Francisco y por los primeros cronistas; si lo callaron, habría sido por alguna consigna tácita, motivada quizá por la desestima que podía seguirse de las indulgencias plena– rias anexas al alistamiento en la cruzada y a la vista de las basílicas romanas y de los grandes santuarios. No faltan indicios de cierta situación privilegiada de la iglesia de Santa María de los Ángeles, que fue objeto de la predilección de Francisco. Muy pronto vino a convertirse en centro de peregrinación. Leemos en la Leyenda de Perusa: «Los habitantes de Asís y de toda aquella comarca tuvieron siempre gran devoción, acrecentada después en nuestros días, a esa iglesia ... Después que los hermanos la restauraron, hombres y mujeres comenzaron a decir: Vamos a Santa María de los Ángeles» (LP 8). Nos hallamos en el año 1246, cuando León y sus compañeros recopilan en Greccio su «florilegio» de testimonios y recuerdos. De ahí pasó la noticia a la Vida II de Tomás de Celano, el cual añadió otro dato de gran interés, la visión de «un santo hermano, antes de su conversión»: «Estaba observando un sinnúmero de hombres que, con los ojos cegados y el rostro vuelto hacia el cielo, estaban arrodillados entorno a la iglesia de Santa María de los Ángeles. Todos ellos, llorando a voces y alzando las manos al cielo, clamaban a Dios pidiendo misericordia y luz. De pronto vio descender del cielo un resplandor que envolvió a todos, dando a cada uno la luz y la salud anhelada» (2 Cel 20). El simbolismo del relato es manifiesto; lo extraño es que ni Celano ni más tarde san Buenaventura (LM 2, 8) ni la Leyenda de los tres Compañeros, que identifica el sujeto favorecido con la visión, hayan hecho alusión alguna a la Indulgencia. Lo propio se diga del Espejo de Perfección, escrito a principios del siglo xrv, donde aparece corroborada la gran veneración de la gente a Santa María de la Porciúncula, «veneración que va creciendo de día en día» (EP 55). Pero no hay duda de que la Indulgencia existía y era considerada válida desde muy atrás, si bien opugnada por algunos. En 1279 Pedro Juan Olivi, el venerado teólogo del partido de los «espirituales», se creyó en el deber de escribir una larga apología del privilegio de la iglesia-madre de la Orden. Su argumentación es eminentemente deductiva, pura dialéctica escolástica, resabiada del profetismp de Joaquín de Fiore. Se pregunta Olivi: «¿Es conveniente creer que haya sido concedida una indulgencia plenaria a la iglesia de Santa María de los Ángeles?» Responde

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