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«VAMOS ANUESTRA MADRE LA IGLESIA ROMANA» (TC 46) 199 morir mártir. Sólo dos cronistas ocasionales, Jacobo de Vitry y Ernoul, testigos inmediatos, captaron la fuerza de testimonio cristiano del gesto del Poverello, el cual, lejos de creerse un fracasado, se trajo la impresión edificante de la religiosidad de los musulmanes y, en dos de sus mensajes, se propuso implan– tar entre los cristianos una práctica similar a la que había observado entre aquéllos: que, a son de campana o a voz de pregonero fuera invitado el pueblo fiel «a tributar alabanzas y acciones de gracias a Dios omnipotente» (Cartas a los Custodios y a los Gobernantes). Por lo que hace a la conversión del sultán, a Francisco le bastó con haber oído de sus labios al despedirle: «Ruega por mí para que Dios se digne mostrarme cuál es la ley y la fe que a Él más le agrada.» Desde ese momento lo incluyó en el número de «los que hacen penitencia». Y, en efecto, una antigua crónica árabe atestigua que Melek-el-Kamel experimentó un cambio muy llamativo en sus sentimientos de resultas de la visita de un monje de gran santidad llegado de occidente. Pero el fruto más importante de aquella experiencia fue el capítulo añadi– do a la regla no bulada bajo el título: Los que van entre los sarracenos y otros infieles, sorprendente intuición de metodología misionera, en apoyo de la cual, cuatro años después, Honorio III extendería una bula en favor de la segunda expedición de misioneros enviada a Marruecos. Se trataba de «ir a vivir entre los sarracenos» sencillamente como cristianos, sometiéndose a las autoridades y adaptándose a sus usos, en espera de que el terreno estuviera preparado para el anuncio pacífico del evangelio. 2 Han debido pasar siglos antes de que fuera valorizado en todo su significado el intento de Francisco. II. EL JUBILEO PENITENCIAL DE LA PORCIÚNCULA Uno de los problemas de la historiografía franciscana es el silencio e!bMas uentes más antiguas sobre la Indulgencia de la Porciúncula. Involuntariamente entra en cuestión el clásico argumento: un hecho tan importante que, a tenor 2 Cf. G. BASETTI-SANI, Mohammed et St. Fram;ois, Ottawa 1959; «Actitud profética de Francisco de Asís ante el Islam», en Sel Fran 6 (1977) 93-105; F. DE BEER, Fram;ois, que disaiton de toi?, París 1977; L. lRIARTE, «Presencia penitencial. .. », 807-811. Sobre el espíritu ecuménico de Francisco véase: Y. SrITERIS, «Francesco d'Assisi, profeta dell'incontro tra Occidente e Oriente», en Laurentianum 16 (1985) 661-701. lDEM, «Francesco d'Assisi nella "cultura" dell'Oriente cristiano», en Italia Franc. 71 (1996) 34- 61; T. VETRALI, «Ecurnenisrno», en Dizionario Francescano, Padova 1995, 515-532; L. LEBMANN, «Francisco, hombre ecuménico», en Sel Fran 78 (1997) 409-421.

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