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204 LÁZARO IRIARTE mérito de dividir la historia en dos vertientes: una descendiente, hasta Cristo, y otra ascendiente, después de Cristo. Sólo a fines del siglo x lo adoptó la cancillería pontificia; en Oriente se seguía datando según el cómputo hebreo, de la creación del mundo; en los reinos de España se mantuvo la «era hispáni– ca» hasta el siglo xm; aun en los países que había adoptado la era cristiana, los había que seguían el estilo de la Encarnación, otros el de Navidad, otros el de la Pascua para el comienzo del año. En realidad el final del primer milenio sorprendió a la cristiandad europea, fraccionada en su estructura feudal, en un prometedor, aunque lento, desper– tar religioso y cultural. Las dos cabezas, temporal y espiritual, estaban repre– sentadas por el joven emperador Otón III (996-1002), que soñaba con ser otro Constantino, y por el papa Silvestre II (999-1003), docto y clarividente que, por complacer al mismo Otón, había tomado el nombre del lejano predecesor suyo que bautizó al primer emperador cristiano. La muerte prematura impidió a ambos sacar al pontificado romano de la postración del llamado «siglo de hierro». El reino franco acababa de entrar en una nueva etapa de su historia bajo la dinastía fundada por Hugo Capeto (t 996). En España los reinos cristianos tenían bastante con hacer frente a las arrolladoras incursiones del caudillo moro Almanzor (1002). Por las mismas fechas se ampliaban los confi– nes de la cristiandad en los países escandinavos y eslavos ... Precisamente el año 1000 el papa Silvestre II erigía la jerarquía en Hungría. Las energías espirituales, latentes en el pueblo cristiano, se ponían de manifiesto en la expansión de la reforma benedictina de Cluny; cuyas abadías eran por doquier centros de espiritualidad, vehículos de cultura y de vida social. En la fecha consabida gobernaba el monasterio primado el abad san Odilón (993-1048). En la línea eremítica ejercía gran influencia la Camáldula, fundada por san Romualdo (t 1027). La cristiandad estaba, pues, muy lejos de esperar traumatizada la llegada del año 1000. La proximidad del fin del mundo, que iría precedida de la venida del anticristo, fue un tema muy explotado por los predicadores populares de los siglos xrv y xv, de modo particular por el dominico san Vicente Ferrer (t 1419), y por los franciscanos san Bernardino de Sena (t 1444) y Bernardino de' Busti. Entre los sermones de éste, impresos en 1498, hay uno trabajado con particular lujo de informaciones bajo el título: De adventu Antichristi, predicado en la cuaresma de 1495. Conjugando vaticinios, cálculos y señales llegaba a la conclusión de que la venida del anticristo, con los efectos descritos en el Apocalipsis, estaba anunciada para el año 1500. 6 0 BERNARDINO DE' Busn, Rosarium sermonum praedicabilium, Venetiis 1498, Pars II,

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