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«DIOS PRESENTE EN SAN FRANCISCO» 409 el peregrino por su patria, Grandes almas, a imitación de san Agustín y repitiendo su grito de anhelo: «Hicístenos, Señor, para ti... », han hecho de su vida una sublime aspiración hasta lograr saciar su hambre de Dios. Otros,. por el contrario, se han sentido inundados por el Eterno Presente que se ha abajado a ellos para inundarlos de su luz y de su amor, y ha– cerles pregustar ya en la tierra el feliz y el definitivo encuentro. Para Lavelle san Francisco se halla en 'la segunda serie de estas almas extraordinarias. Su biografía íntima nos desvela, más que una búsqueda de Dios, el inefable encuentro con el Padre que está en los cielos. A este en– cuentro lo ha llamado Lavelle en lenguaje metafísico Presencia total. Al final de estos análisis el lector ya puede entrever la hondura de la visión lavelliana de la espiritualidad de san Francisco y la aportación que puede dar el conocimiento de la misma desde los conceptos básicos de su ontología. ÜBSERVACIONES MARGINALES Dadas las observaciones que ha suscitado tanto la ontología como la in– terpretación metafísica de L. Lavelle, con incidencia en estas reflexiones, no podemos dar fin a las mismas sin hacer algunas aclaraciones ulteriores sobre el. pensamiento del filósofo. · l.ª La acusación de panteísmo a la ontología de Lavelle ha sido reite– rac4t. El motivo principal se funda en ta tesis de la univocidad del ser, de primaria importancia en su sistema. La acusación adquiere más consistencia por cuanto a la tesis de la univocidad del ser hay que unir un deslizamiento frecuente entre do$ conceptos que se reclaman pero que son netamente distintos. Nos referirnos a los conceptos que en la metafísica clásica se formuian bajo la terminología de «ens in communi» y «ens subsistens». Los. escolásticos, como Duns Escoto, que admiten la univocidad del ente, la creen propia del «ens in communi». En Lavelle esto no siempre aparece claro por el des'lizarniento que hemos señalado. Por ello, ni toda la buena voluntad de M. F. Sciacca hacia su amigo pudo lograr que le viera libre de este indudable escollo metafísico. Pese a ello, debemos observar que una cosa son las tesis formuladas por un pensador y otra el nexo de su sistema. Como tesis, al lado de la univocidad, Lavelle admite también la analogía, aunque en segundo plano, y con ella la distinción neta y firme entre Dios y la creatura. Con esto basta para librar a su ontología de un error sustantivo, Si esto lo hace con p'lena coherencia lógica dentro de su sistema, lo seguirán discutiendo y aclarando sus comentadores. 27 2.ª Hemos advertido la estima y acercamiento de Lavelle a la metafí– sica franciscana de la libertad. ¿No habrá aún mayor acercamiento en el tema de la univocidad del ente, defendida por Duns Escoto? Al principio de su obra De l'etre, pág. 14, observa que la resurrección de la univocidad 21 Nos remitimos especialmente a la obra de J. EcoLE: La métaphysique de l'etre dans la philosophie de L. Lavelle, Lovaina 1957.
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