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390 E. RIVERA en la santidad. De aquí la significación del santo en el pensamiento ontoló– gico de Lavelle al que ha dedicado una de sus obras: Quatre saints. 4 De ella nos vamos a ocupar en este estudio, ya que de los cuatro santos estudiados por Lavelle el primero que viene a su mente es san Francisco. Pero antes de adentrarnos de lleno por las reflexiones que suscita esta obra creemos necesario presentar un pequeño panorama de la ontología de Lavelle, pues sólo así será posible comprender su interpretación de san Francisco y de la espiritualidad franciscana. l. VISIÓN PANORÁMICA DE LA ONTOLOGÍA DE L. LAVELLE 5 Con insistencia reiterativa afirma Lavelle que toda filosofía no es en sus– tancia más que la descripción de la experiencia honda vivida por el pensa– dor. Si éste es de altura, camina por una senda propia hacia la verdad y se siente viandante de un peculiar itinerariwn mentís ... Las etapas de este itinerario pueden ser muy diversas, hasta parecer que toman direc– ciones contrarias. Pero en todas ellas hay siempre un punto de partida y un término de llegada. Percibir este punto de partida y este término es sinto– nizar con la experiencia fundamental del filósofo en su desarrollo. Esta sintonía se logra al acercarnos a la ontología de Lavelle. 6 Como punto de partida y de apoyo para elevarse a lo trascendente no toma el camino aristotélico-tomista del objeto exterior sensible, sino que, estilo cartesiano, o mejor, estilo Maine de Biran, se instala en su «yo», para percibirlo en toda su hondura y en todas sus implicaciones y exigencias. M. F. Sciacca recuerda en esta ocasión, al interpretar a Lavelle, el lema agustiniano: «In te ipsum redi».7 Esta torsión de la mente sobre sí misma es el único método filosófico capaz de clarificar los misteriosos problemas de la existencia humana. Tres momentos podemos distinguir en la reflexión de Lavelle sobre el «yo», que él identifica con la conciencia -sea dicho esto de paso como algo capital en el sistema laveiliano-. El primero es el «yo» que contempla en sí mismo el primer contacto con el ser. Contra la inveterada tendencia aristotélica-tomista de entablar este primer contacto con el ser en lo sen– sible exterior, Lavelle alega que esta visión exterior es puramente feno– ménica y aparencia!. No penetra en la entraña del ser, sino que se detiene 4 Quatre saints, París 1951. La acogida de la obra puede valorarse por su tra– ducción a las principales lenguas, entre ellas: Cuatro santos, Buenos Aires 1952. En lo sucesivo se citará esta obra en el cuerpo del texto con las siglas CS. 5 Para este estudio nos hemos servido preferentemente de estas obras: La dialectique de l'éternel présent: I - De l'étre, París 1947; II - De l'acte, París 1946; III - Du temps et de l'éternité, París 1945; IV - De l'ame humaine, París 1951 · Traité des valeurs, 2 vols., París 1951-1955; La présence totale, París 1962; Le 1~oi et son destin París 1936; Manuel de métlwclologie dialectique, París 1962; Introducción a la 0~1tología, México 1953; Las potencias del yo, Buenos Aires 1954. ' La présence totale; Introduction 9-23. 1 La filosofia, oggi, II, 338.
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