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EL CARISMA FRANCISCANO DE ASÍS 27 que corresponda a las condiciones y al clima del lugar en que viven, pues en las regiones frías se necesita más que en las templadas. Yes el abad quien ha de tenerlo presente.» 234 Resulta sorprendente la machacona insistencia de Francisco para que, en cualquier circunstancia, los hermanos «no reciban dineros o pecunia», tal vez sin tener en cuenta que las necesidades de una Fraternidad itinerante se reducían al mínimo vital -comida y vestido- y esto se podía conseguir con relativa facilidad por medio del trabajo y, en caso de no ser suficiente, recu– rriendo a la limosna. Pero en una Orden asentada y con una organización apostólica en auge donde los medios para realizar tal cometido -casas de estudio, libros, etc.- no se podían conseguir sino con dinero, era imposible que pudiera prescindir de él. La solución que se dio, evitando su manejo al máximo y, al mismo tiempo, utilizándolo de forma encubierta por medio de otras personas, no contribuyó a expresar realmente lo que significaba para Francisco y sus compañeros el rechazo del dinero como medio de vida. V. MODO DE TRABAJAR Ante el rechazo de Francisco de recibir dinero o poseer cosa alguna, habrá que preguntarse cómo o en qué actividad podría encontrar la fraternidad los medios de subsistencia. Una Fraternidad que no disponía de posesiones de las que sacar rentas ni, por su opción laical, acepta remuneraciones o limosnas a cambio del servicio apostólico prestado 235 debía basarse en el ejercicio de alguna actividad que fuera suficiente para conseguir el alimento diario, el vestido, las herramientas y los libros para el rezo, etc. La elección del trabajo manual como opción económica pobre de la Fraternidad no es un dato aislado, sino que se coloca dentro de una toma de postura ante una sociedad en transformación. El trabajo manual forma parte de los elementos que configu– ran la «forma del santo Evangelio» que el Señor le ha inspirado a Francisco y que éste ha asumido como un ámbito válido para responder desde la fe. 236 234 Regla de S. Benita, 55, 1-3. 235 El derecho a vivir del altar era exclusivo del clero. Aunque algunos Movimien– tos pauperísticos laicos, como los Valdenses del sur de Francia, rechazaban el trabajo manual para dedicarse por completo a la predicación teniendo, por tanto, que buscar su subsistencia en las mismas fuentes que los clérigos -las limosnas de los fieles-; la primitiva Fraternidad franciscana no aceptó esto, sino que puso el trabajo manual como fuente de subsistencia. 236 Sobre el Francisco trabajador no tenemos una idea clara. Frente a su insistencia en las Reglas y su propia confesión en el Testamento de que «trabajaba con sus manos

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