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38 JULIO MICÓ primero, porque hay servicios desinteresados -como los leprosos- que no admiten recompensa y, después, porque no se trabaja por un salario, sino que éste se recibe «humildemente, como corresponde a los que son siervos de Dios». 268 Por tanto, el hecho de no recibir salario no es motivo suficiente para dejar de trabajar, puesto que el trabajo recibe sentido no del jornal percibido sino de la opción evangélica hecha en minoridad. Si el trabajo es una gracia del Señor ¿cómo hablar de derechos cuando todo lo hemos recibido gratis? Al renunciar voluntariamente al derecho del salario nuestro trabajo revela a los hombres el don de Dios y cumplimos el consejo de Misión: «Dad gratis lo que habéis recibido gratis.» 269 Dentro de este contexto se aprecia el valor del trabajo; valor espiritual primeramente, pero que tiene consecuencias sociales. La Fraternidad ya no es un monasterio que se basta a sí mismo cultivando sus posesiones; ni tampoco un Movimiento que monta una industria para ganarse la subsistencia. El grupo franciscano opta por un tipo de trabajo eventual y dependiente que le permite mantenerse sin ser demasiado gravoso a la sociedad, al mismo tiempo que permanece al servicio de todos. En el momento de redactarse esta Regla, no obstante, la Fraternidad ha perdido parte de su movilidad; de ahí que el trabajo rezume en este capítulo cierto sabor monacal, no llegando a expresar el significado que Francisco le dio dentro de su «forma de vida». No se trata de admitir que los frailes rehúyan el trabajo manual, sino de explicar que lo hacen porque ha perdido significación dentro de una Orden con aspiraciones ministerio-clericales en la Iglesia que ya no necesita del trabajo manual para la subsistencia, puesto que tiene otras fuentes. 268 La expresión «siervo de Dios» es de tradición monástico-regular; cf. M. STEINER, «"Todos vosotros hermanos menores y siervos inútiles". El "siervo" en los Escritos de S. Francisco», en Sel Fran n. 24 (1979) 376; M. A. LAVILLA, La imagen del siervo en el pensamiento de S. Francisco de Asís, según sus escritos, Valencia 1995, p. 162 ss. 269 Cf. J. GARRIDO, La forma de vida franciscana, p. 212. 1
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