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34 JULIOMICÓ Sin embargo, este «trabajar con fidelidad» tiene unas características que no pueden ser ajenas a la fidelidad global a la «forma del santo Evangelio» concedida por el Señor y de la que forma parte; me refiero a la actitud menor. La Regla de 1221 no habla sólo de trabajar, sino también de servir, cosa que desaparece en la bulada; un servicio que no puede hacerse de cualquier forma ni desde cualquier sitio: sólo desde la minoridad o desde el sometimiento a todos es posible servir o trabajar con fidelidad. La fidelidad en el trabajo manual brota, pues, de la opción por vivir la «forma de vida» desde la minori– dad. Al «éramos indoctos y estábamos sometidos a todos» del Testamento sigue como consecuencia lógica el «y yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar; y quiero firmemente que todos los otros hermanos trabajen en algún oficio compatible con la decencia». 256 El término «con devoción» con el que se cualifica la actitud laboral del hermano está lejos de significar esa disposición piadosa por la que se entiende hoy. Aquí no se trata de hacer del trabajo un acto piadoso, sino lo mismo que el término «con fidelidad», de responder desde la fe y con todas nuestras fuerzas a esa gracia del trabajo que nos ofrece el Señor. «Fiel y devotamente» son, pues, uno de esos dobletes tan familiares a Francisco con los que trata de expresar un contenido polisignificativo. Fidelidad y devoción son, en definitiva, la actitud del hermano menor frente al trabajo percibido como una gracia del Señor. Trabajo y oración El trabajo manual, aunque para Francisco era uno de los elementos que realizaban la «forma del santo Evangelio», no suponía ningún absoluto; tenía sus límites en cuanto a la forma de ejercerlo y, también, en cuanto a la finalidad y duración. La insistencia por urgir a los hermanos a que «trabajen en algún oficio compatible con la decencia» no quita que lo reduzca a sus justas propor– ciones. «Evitar el ocio, que es enemigo del alma» y respetar «el espíritu de la santa oración y devoción.» 257 con la decencia»; d. M. CASTELLAR, «Testamento de S. Francisco. Introducción a su estudio», en Cuad.Fran.Ren. 9 (1976) 255; J. M!có, «Reflexiones sobre el Testamento de S. Francisco», en Sel Fran n. 28 (1981) 28 ss. 256 Test 20; cf. J. GARRIDO, La forma de vida franciscana, p. 210; K. EssER, El Testamento de san Francisco de Asís, Oñate (Guipúzcoa) 1981; p. 195 ss.; S. NúÑEZ, «El trabajo en los orígenes del franciscanismo a la luz de los planteamientos de la profesionalización en la vida religiosa», en CONFER 17 (1978) 765 ss. 257 Sobre la expresión «otium animae inimicum» cf. J. DENK, en Franz. Std. 4 (1917) 395-398; L. ÜLIGER, Expositio Quatuor Magistrorum, p. 149; G. M. CoLOMBAS, La Regla de S. Benito, p. 373.

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