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EL CARISMA FRANCISCANO DE ASÍS 33 sabemos si intencionadamente o para adecuar la legislación a los hechos. El caso es que esta Regla supone ya que no todos los hermanos trabajan, sino solamente «aquellos hermanos a quienes ha dado el Señor la gracia del tra– bajo». Admitir que Francisco acepta con ello la evidencia de que existen otras ocupaciones en la fraternidad -la predicación, la contemplación, etc.- que eximen del trabajo manual 254 es suponer que la advertencia del Testamento, presentándose como modelo programático de trabajador manual, es fruto de las debilidades de un hombre moribundo que recuerda con nostalgia los comienzos de la Fraternidad y pretende aplicarlos de nuevo a una Orden que ya no admite tales esquemas. 255 Sin embargo, la presencia de este texto denota que el significado dado por Francisco al trabajo manual como un elemento caracterizante de la vocación menor de la Fraternidad ya no cuadra dentro del esquema organizativo de una Orden en evolución que busca un puesto dentro de la Iglesia. En el momento de redactarse la Regla bulada no trabajan ya todos los hermanos, sino sola– mente un grupo, no sabemos si reducido o no. Lo cierto es que el asentamiento progresivo de la Fraternidad en casas o lugares construidos para ellos y el consecuente acercamiento a un apostolado más clerical, condicionaba el man– tenimiento del trabajo manual como forma propia de ejercer la minoridad y adquirir lo necesario para la subsistencia, por eso fue perdiendo sentido el trabajar «para los demás» y quedó un grupo de hermanos, seguramente laicos, como expresión significativa de la «gracia del trabajo» concedida por el Señor a la fraternidad. El modo de trabajar La actitud laboral de los hermanos que han recibido esa gracia debe ser la de trabajar «fiel y devotamente». La fidelidad es la única respuesta coherente ante el don del trabajo por el que se hace presente la solicitud amorosa de Dios. Si el trabajo es concebido por Francisco dentro del ámbito religioso en el que todo, absolutamente todo, sale de las manos de Dios para convertirse en regalo salvador y liberador del hombre, su aceptación y ejercicio no puede darse sino desde la fe. Gracia del trabajo y trabajar con fidelidad son el diálogo salvífica con el que Dios y el hombre entran en relación para hacer efectivo el Reino. 254 Está claro que al hablar del trabajo como una «gracia» presupone otras activi– dades que no las llama «trabajo» y que, a mi entender, no lo sustituyen; cf. A. LAITA, «El trabajo en la vida franciscana», en Ver. y Vid.» 37 (1979) 50. · 255 El Santo despeja en el Testamento el equívoco de la «gracia de trabajar» al afirmar que «los que no saben, aprendan». Además, el trabajo no es una opción: «y quiero firmemente que todos los otros hermanos trabajen en algún oficio compatible 1 1

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