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EL CARISMA FRANCISCANO DE ASÍS 31 aplique a todos los hermanos sino sólo «a quienes ha dado el Señor la gracia del trabajo». ¿Qué es lo que ha ocurrido en realidad para que el trabajo manual que en los orígenes constituye para todos un elemento coherente de la opción evangélico-pauperística se convierta en la ocupación de un grupo que no podemos asegurar siquiera que fuera numeroso? ¿Cuál era el valor del trabajo dentro del esquema estructural que estaba adquiriendo la Orden en su evolu– ción por encontrar un nuevo puesto dentro de la Iglesia? Todas estas son preguntas que tenemos que responder si, de verdad, queremos entender el sentido dado al trabajo manual dentro de esta regla, ya que cabe el peligro de entender como valor fundamental, y por tanto vinculante, lo que no es sino un modo parcial de vivirlo dentro del arco evolutivo de la Fraternidad. El trabajo, como elemento de la «forma de vida» que nos ofrece Francisco, sólo puede convertirse en norma de vida para los que nos hemos comprometi– do a asumirla como proyecto si llegamos a devolverle el contenido significati– vo que le dio Francisco como fundador o alumbrador de una nueva forma de leer y vivir el Evangelio dentro de la Iglesia. Como ya hemos dicho antes, el trabajo manual se integra en la «forma de vida» que la primitiva Fraternidad asume como el mejor modo de estructurarse a partir del Evangelio. El optar por una vida «como los demás pobres» suponía también aceptar su esquema económico, tomando el trabajo manual como medio ordinario de poder atender sus necesidades. 250 La Regla de 1221 mantie– ne todavía un cuadro laboral que, seguramente, responde a una realidad anterior a su redacción; basta recordar que, solamente dos años después, desaparecería de la Regla bulada. El capítulo VII de la 1 Regla nos describe una Fraternidad itinerante donde los hermanos «sirven y trabajan» en casa de otros. Los que tenían un oficio cualificado antes de entrar en la Fraternidad pueden seguir ejerciéndolo con tal de que no esté en contradicción con su proyecto evangélico, para ello dispondrán de las herramientas adecuadas. Los que no tenían oficio podían trabajar como peones agrícolas o servidores domésticos. A estos últimos se les pone una condición, y es que «no sean mayordomos ni cancilleres ni estén al frente en las casas en que sirven». 251 Es decir, que el trabajo debe ser coherente con la opción menor. 252 25 º Cf. J. B. HILLIGERS, «Ninder-broeders handenarbeiten solidariteit», enFran.Leven 62 (1979) 272-279. 251 Sobre el significado de estos términos cf. L. lRIARTE, Escritos de S. Francisco, p. 30, n. 15; R. MANSELLI, en «La porverta del secolo xn e Francesco d'Assisi», p. 50; lDEM, Vida de S. Francisco de Asís, Oñati (Guipúzcoa) 1977, p. 257 s. 252 Cf. L. lRIARTE, Vocación Franciscana, Valencia 1989, 205-210; V. REDONDO, El trabajo manual, p. 98 s. 1

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