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LOS CAPUCHINOS CASTELLANOS EN LA EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA 477 pronto hubieron de regresar al faltar los recursos. Los cien bolívares asig– nados a cada misionero no alcanzaban a cubrir los derechos del Jefe Civil que por Ley debía presenciar los matrimonios. Estuvieron allá cinco meses de 1895. Tres años después se declara una epidemia. El Gobierno aísla a los en– fermos y los capuchinos se ofrecen a atenderlos. Pasada la epidemia, se quiere condecorar a los frailes. Estos prefieren que se les conceda los te– rrenos cercanos a la iglesia. Pasado los años, ésta se va restaurando total– mente. La residencia lleva el sello de la sencillez y pobreza. Se organiza la Orden Tercera, a la que pertenece el Dr. José Gregorio Hernández, vene– rado como santo en Venezuela; se la dota de su Centro Social. Se levanta un salón para actos culturales y de esparcimiento y se erigen las cofradías y hermandades de la época. Desde aquí se atendía diversas barriadas de la ciudad, como La Florida, Carapita y las capillas dependientes de la futura parroquia de Maiquetía. Nuestros frailes acompañan a los obispos en sus visitas pastorales. Uno de los apostolados silenciosos de esta fraternidad ha sido la atención a los enfermos, especialmente a los pacientes del veci– no Hospital Salas. Esta residencia no es parroquia. Como cabeza de puente para una próxima -se pensaba- misión entre los motilones, se aceptó la fundación de Maracaibo. Se rehizo el templo y se levantó de nueva planta la residencia de él adosada. Se organizaron los ministerios como ya se indicó para La Merced y se ha de repetir en todas nuestras iglesias y fundaciones. La predicación se extendió por los vecinos estados andinos. Debido a la fogosidad, quizá, de los predicadores y a la depravación de costumbres en las clases poderosas, el Presidente de la Re– pública firma la expulsión de los capuchinos de Maracaibo y de la recién nacida fundación de San Cristóbal, en los Andes. Custodia de Venezuela, Puerto Rico y Cuba, 1904-1919 Visto los acontecimientos y San Cristóbal y la falta de voluntad del Go– bierno de restablecer las Misiones, el Capítulo Provincial determina cam– biar la forma jurídica de nuestra presencia y su ampliación territorial. En el mismo año de la expulsión de Maracaibo, el nuevo Custodio es recibido con gran alegría en Puerto Rico. La Orden Tercera le concede su iglesia de San Luis a perpetuidad. Se llama a los religiosos dispersos por Colombia y Panamá. Se comienza el apostolado con misiones populares. Una vez co– nocido el ambiente, se opta por el apostolado de la pluma, los colegios y las parroquias. Se compra el semanario "La Verdad". Veinticinco años des– pués se entrega a los Hermanos Americanos como semanario católico de prestigio. Se abre la Academia Católica que para 1930 había acogido a más de 4.000 alumnos. También nuestros religiosos levantaron y dirigieron el
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