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LOS CAPUCHINOS CASTELLANOS EN LA EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA 475 Con la primera expedición que fue a tomar posesión a Luisiana, iban los capuchinos castellanos PP. Clemente de Saldaña y Antonio de Meso– nes, acompañados de un Hermano Donado. Permanecieron tres años co– mo capellanes. Más tarde, esta región se recomendó a los Capuchinos es– pañoles. A este período pertenecen los PP. Luis de Quintanilla y Ángel de Revillagodos. En 1781, la Luisiana es confiada a Castilla que envía sus mi– sioneros desde el Colegio de La Habana con el P. Joaquín de Ajofrín al frente de todos los Capuchinos que en Luisiana se encontraran. Todos etlos, franceses y españoles, trabajaron en la predicación de misiones po– pulares, hospitales, parroquias que triplicaron su número, y en la atención de las religiosas distinguiéndose por su vida sacrificada y ejemplar. El obispo de Cuba pide en 1780 un Colegio de Misioneros. Se envían 21 sacerdotes, siete Hermanos no sacerdotes y un Donado, bajo la autoridad de dos Definidores. El Colegio tenía una triple finalidad: Casa de Obser– vancia Regular, Centro de Misiones Populares y Provisión de misioneros a Luisiana y Florida. Por todo, llegaron a este Colegio 62 religiosos castella– nos. A pesar de las dificultades presentadas por el obispo diocesano y su Vicario en Luisiana que querían gobernar a los frailes como si fueran clé– rigos seculares, el Colegio dio buenos resultados hasta mediados del siglo XIX. Con la labor de estos frailes castellanos en el viejo caserón de San Fe– lipe Neri, se implantó en Cuba la devoción a la Divina Pastora. El P. Fran– cisco de Ajofrín y el Hno. Fermín de Olite fueron limosneros de Propa– ganda Fide en Méjico, cumplieron laudablemente. No pueden señalarse con exactitud cuántos capuchinos castellanos se des- parramaron por América durante la exclaustración. Los más señalados son: P. Gaspar de los Arcos.- Encargado de la Parroquia de Maiquetía hasta que se restablecieran las Misiones, se queda ahí por los avatares de la política hasta su muerte. Levantó el hermoso templo actual y su casa cural. Los. feligreses le dedicaron una lápida y encargaron un cuadro, que se conserva, al famoso pintor venezolano Tovar. - P. Simeón de Villafranca.- Se el confiaron las parroquias de San Diego y San Antonio. Fue examinador sinodal y capellán de la iglesia de San Francisco de Valencia. De él se escribió: "Muy acreedor se hizo el P. Vi– llafranca a un recuerdo imperecedero de los valencianos no sólo por el empeño de dotar a esta ciudad de un nuevo y bellísimo templo, sino también por su piedad y por el celo excesivo que desplegó en auxilio de los numerosos enfermos atacados de cólera". Murió en Caracas. - P. Fernando de Logroño.- Encargado de Taguay, el arzobispo le escogió como acompañante para la visita pastoral. El pueblo se negó a que se le privara de quien "con su santidad de apóstol apacentaba este reba– ño... y ha vuelto al redil a una multitud de almas. Más tarde fue párro– co de Atamaica y varios años capellán de San Felipe en Caracas.

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